«No critiques los cambios de imagen de tu hijo adolescente, solo negócialos si son extremos»
Adolescentes: lo que debes saber si quieres tener paz en casa
Un piercing, un tatuaje, el pelo rapado por partes, la minifalda de infarto, el ombligo al aire, la puerta del cuarto cerrada... Muchos padres con un adolescente en casa se preguntan dónde está el hijo maravilloso y obediente que tenían antes. La adolescencia es una etapa clave en nuestra vida. En esos años que transcurren entre la niñez y la vida adulta -sobre todo entre los 13 y los 19 años-, se fijan muchos de los que serán nuestros valores y se cimenta nuestra identidad personal. Y también es muy probable que las familias tengan problemas con sus hijos en esta etapa. «Es un periodo difícil de gestionar» , reconoce la psicóloga Pilar Conde, de Clínicas Origen. «Pero no por ello imposible lograr que sea una adolescencia saludable», advierte.
¿Por qué hay tantas familias que se reconocen en apuros? Para Conde, lo que ocurre es que «en la infancia un padre tiene su criterio y, en cierta manera, decide sobre lo que le conviene al niño. Pero en esta otra etapa no es así: el criterio del adolescente ya es válido, en el sentido de que es necesario tenerlo en cuenta. Hay que darle espacio, permitirle que exprese cuáles son sus necesidades, deseos, expectativas... Con su opinión y la del adulto se puede negociar y llegar a acuerdos», explica Conde. No obstante, añade esta experta, «y aunque le estemos dando la confianza, el adulto tiene que mantener todavía el establecimiento de límites, y marcar claramente las líneas rojas que no se van a traspasar».
El error de muchas familias, advierte esta psicóloga, «suele estar en la dificultad de adaptarse a la nueva situación. Les cuesta aceptar que lo que funcionaba antes, ahora ya no funciona. Utilizan la misma forma de establecer límites o de comunicarse con su hijo adolescente que la que usaban en la infancia de este». «Pero hay que probar otros modos para seguir educando», sugiere. Esta situación se acentúa, añade, cuando las familias han venido utilizando hasta ese momento un método educativo de estilo autoritario. «Esos estilos utilizados para modificar el comportamiento del infante, donde imperan "herramientas" como el castigo físico, los gritos y las amenazas , son cortoplacistas, y tienden a romperse cuando llega la adolescencia».
En este periodo, en el que se va construyendo el adulto que seremos, sugiere la terapeuta, «tendremos que ir adaptándonos, además, a los cambios que van surgiendo en nuestro entorno y que corresponden al abandono de la niñez. Aumentan las responsabilidades, académicas, sociales y familiares, a la vez que se construyen nuestra identidad personal y nuestra autoestima. Colegio, amigos, sexualidad, obligaciones en el entorno familiar.... Quizá demasiado en poco tiempo, sobre todo si tenemos en cuenta que hace apenas meses estaban jugando protegidos por sus padres».
«De ahí que este tiempo de la vida en la que el aprendizaje y los cambios son rápidos e intensos esté considerada por los adultos como una etapa difícil», concluye. Aparecen la rebeldía y cierta negatividad que se deben, según la experta, a que los adolescentes necesitan pensar y tomar decisiones por si mismos . Reniegan, añade, de todo lo impuesto, y se contrarían si perciben que no se respeta su intimidad. Precisan respeto de «los mayores» y privacidad por sus «espacios sagrados», como su cuarto o el lugar donde se reúnen con sus amigos.
Más aún, en los años de la adolescencia existen también muchas demandas emocionales a las que tienen que aprender a responder. Lo más importante en este sentido es que surgen conflictos personales, de amor y amistad (estamos hablando de cómo se viven las primeras relaciones) que pueden marcar nuestra autoestima para toda la vida.
Basándose en estas premisas y dentro de su Escuela de Padres, desde Clínicas Origen han puesto en marcha el Programa Crece para adolescentes de entre 13 y 19 años, con cuatro objetivos: crecer siendo fieles a sí mismos, aprender a regular las emociones, mejorar el rendimiento escolar y potenciar su autoestima.
Pero desde el entorno familiar también se puede «y se debe» trabajar para reforzar esa autoestima, ahora bien, recuerda Conde, «siempre desde la comunicación, la negociación y el establecimiento de normas y límites». «Es posible tener una transición tranquila al mundo adulto, dentro del proceso que esto requiere, de esa maduración... lo cual no significa que no vayan a cambiar de manera de pensar, que no van a probar el alcohol... Para que una adolescencia sea saludable, tiene la misma importancia el papel que ejerce el adolescente, como el que tienen sus referentes, que suelen ser sus padres, hacia su hijo», finaliza la psicóloga.