Día del Padre

«En muchos divorcios el padre tiene que partir de cero para demostrar sus competencias parentales»

La abogada Delia Rodríguez apunta que «nunca es lo suficientemente tarde como para dejar de luchar por los hijos»

Hermanos, ¿en qué casos se los separa ante el divorcio de sus padres?

S. F.

Para Delia Rodríguez, CEO y socia fundadora de Vestalia Asociados , es importante señalar que en caso de divorcio de una pareja con hijos, «no podemos generalizar ningún mal comportamiento de algunos progenitores, porque sería totalmente injusto y desajustado a la realidad».

¿Hay en nuestro país muchos casos de madres que no respetan el régimen de custodia compartida para impedir que sus hijos mantengan una relación cercana con su padre?

Existen tanto madres como padres que actúan de manera egoísta en relación con sus hijos. Priorizan sus propios intereses personales por encima de los de los hijos dificultando así una correcta relación paternofilial.

Lo que sí es cierto, es que actualmente nos encontramos, a pesar de que la sociedad ha avanzado en cuanto a los roles familiares, con ciertos estereotipos que siguen perviviendo en algunos procesos de familia, en los que parece que los padres tienen que partir de cero a la hora de demostrar sus competencias parentales, dándolas por ciertas en el caso de las madres.

Teniendo esto en consideración, se dan casos en los que algunas progenitoras, especialmente con menores de corta edad, impiden o dificultan las visitas con los padres con carácter previo a que estas sean reguladas por la autoridad judicial. También hemos visto casos en los que se trasladan a otra provincia sin consentimiento del padre, aprovechando la no escolarización obligatoria de los hijos.

Frecuente es también encontrarnos en los procesos con oposiciones a las custodias compartidas solicitadas por los padres en las que los motivos alegados por las progenitoras realmente no son relevantes; es decir, que no existen causas objetivas que desaconsejen una crianza compartida.

Alegar que “el padre no sabe cocinar”, “que a veces da a los niños pizza” o que “nunca se ha encargado de comprar la ropa de los hijos y no sabe vestirles”, no son razones de peso para oponerse a compartir el cuidado de los hijos menores.

La custodia compartida es el modelo preferente según nuestro Tribunal Supremo, y siempre que sea posible, y se den los condicionantes adecuados, debería ser la medida a adoptar cuando unos progenitores se separan.

Durante el confinamiento total en 2020 también vimos casos en los que algunas progenitoras aprovecharon la situación para cortar de raíz las visitas de los hijos con los padres; pero lo cierto es que, aunque en menor medida, también se dio con respecto a progenitores paternos que actuaron igual.

¿Qué supone para los menores la desvalorización de la figura del padre?

El enfrentamiento entre progenitores, así como las discusiones y conflictos que puedan surgir entre ambos, afectan negativamente en los menores. Los niños son esponjas, para bien y para mal. Y las interferencias parentales, vengan de la madre o del padre, pueden llegar a convertirse en una forma de maltrato a la infancia que afecta a su correcto desarrollo personal y afectivo.

Dejando a un lado el debate en cuanto a la terminología, lo cierto es que los abogados de familia conocemos que algunas madres (y también padres) manipulan a los hijos para conseguir hacer daño al otro (venganza), o para sus propios intereses personales o económicos (quedarse el uso de la casa, o no pagar una pensión).

Este comportamiento, que debe ser comprendido como una forma de abuso a la infancia, provoca a los hijos una situación de dolor emocional, incertidumbre y miedo, llegando algunos niños a somatizar toda esta situación, causándoles enfermedades físicas o psicológicas. Y, en segundo lugar, y no por ello menos importante, pone en grave riesgo el vínculo afectivo entre padre e hijo, lo que se traduce en un detrimento de los derechos más fundamentales de ambos.

Al tratarse de un tema a la orden del día, hay tribunales que se han pronunciado al respecto, llegando a acordarse incluso cambios de custodia a favor del padre si consta un comportamiento negligente de la madre a la hora de obstruir la relación paternofilial, causando un perjuicio psicológico y emocional al menor.

¿Suele afectar negativamente a la relación entre padres e hijos a futuro?

Por supuesto. Esta actitud por parte de los progenitores repercute, en mayor o menor medida, según el caso, en la salud del menor y en la relación, no solo con el padre (o madre), sino también con toda su familia extensa, incluso a veces con sus hermanos de vínculo simple.

Cabe recordar que los hijos cuando son menores, y más aún en edades tempranas, aprenden de todo aquello que ven a su alrededor, y así lo reproducen. Además, si desde pequeño recibe continuamente estímulos e información negativa del padre, y es lo único que ha podido ver y conocer, lo va a tomar como si fuera la realidad objetiva.

Por tanto, el vínculo entre padre e hijo puede llegar a verse afectado negativamente, incluso a romperse, llegando a sentir el menor rechazo por el progenitor en cuestión.

En los casos más extremos, se desarrolla un odio irracional contra el progenitor, alentado y alimentado por la conducta del otro, que llega hasta el punto de no querer tratar con este ni con nadie que tenga presencia en su vida.

En estas situaciones, difíciles de revertir sin la intervención de psicólogos, se producen verdaderos desastres familiares, perdiéndose la relación con abuelos, tíos, incluso hermanos.

Por su experiencia como abogada, ¿es recuperable una relación con el padre ausente (sea o no él culpable)?

Lo es, pero no es un camino fácil. Por cuestiones de la vida hace una década me tuve que especializar en este tipo de casuística en la que se dan interferencias parentales que terminan por quebrantar el afecto y la relación paternofilial. Es como una enfermedad que se extiende, al principio lentamente, y que hay que saber detectar y frenar a tiempo.

Las formas de combatirla son desde los juzgados, sabiendo que, en muchas ocasiones, aunque sea duro decirlo, dependeremos en gran medida del tribunal que nos toque, del equipo técnico (psicólogo y trabajador social) que corresponda, y, por supuesto, del asesoramiento legal especializado que el cliente tenga.

Lanzar un mensaje de esperanza a esos padres (y madres) que por circunstancias ajenas están sufriendo esta situación: nunca es lo suficientemente tarde como para dejar de luchar por los hijos. Si bien, hay casos tan enraizados en los que, desgraciadamente, y tras no haber podido encontrar respaldo en la justicia tras años de pleitos, algunos progenitores tiran la toalla.

Incluso en estos dramáticos casos, hemos podido comprobar que el tiempo, aunque no permite recuperar la infancia perdida, pone a todo el mundo en su lugar.

Es más habitual de lo que el lector podría imaginar el encontrarnos con hijos, ya mayores de edad, que recuperan la relación con el progenitor con el que un día dejaron de hablarse debido a la influencia negativa del otro, y que no quieren saber nada del otro.

Como mensaje final, apelar al sentido común de los progenitores, quienes deberían priorizar siempre en el bienestar de sus hijos, y no ponerles en el ojo del huracán.

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