Dídac, el niño que celebra cuatro cumpleaños cada año
Lleva 8 años echando un pulso a la leucemia que padece y a sus 12 años ha querido plasmar en un libro todos los sentimientos que ha experimentado en su intensa infancia

Dídac tiene 12 años. No es un niño como los demás. La gente piensa que la infancia está llena de risas y juego s, pero en Dídac no siempre ha sido así; más bien todo lo contrario. Con tan solo tres años sus padres recibieron la desgarradora noticia de que padecía leucemia. «Siempre eres consciente de que hay niños enfermos, pero nunca te imaginas ni estás preparado para saber que puede ser el tuyo, y menos con un diagnóstico tan grave », explica Mireia, la madre del pequeño.
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Vivir y luchar se ha convertido en un binomio inseparable durante estos ocho años, la trinchera para hacer frente a los numerosos tratamientos, recaídas, operaciones... A los seis años le realizaron un transplante. No funcionó . Poco después participó en un ensayo clínico que tampoco dio el resultado esperado, por lo que más tarde se sometió de nuevo a otro transplante del que ahora está en proceso de recuperación. «Por eso yo siempre celebro cada año cuatro cumpleaños; el de estas pruebas y el del día que nací», dice con voz picaresca. Y es que así es Dídac. Un niño con una corta pero intensa infancia en la que le tocó aprender lo que es perder a su amigo de batallas y compañero de habitación en el hospital, Albert, al que siempre recuerda abrazando el osito de peluche que le regaló.

Igualmente aprendió muy pronto el significado de palabras que la mayoría de las personas no han pronunciado jamás o lo han hecho de adultos, o a tomar decisiones muy duras . Sin embargo, este pequeño es pura valentía y optimismo.
Las zancadillas que le ha puesto la vida, lejos de aminorar su ánimo, le han hecho crecer y adquirir la habilidad de aprender lo que es el aguante, la superación, el optimismo, la ilusión, la paciencia... «porque sabe que no hay otro remedio». Ante situaciones difíciles, como estar solo en una cámara de aislamiento largas temporadas, «sabe que no hay pataleta que valga, que es lo que hay que hacer para lograr su objetivo: curarse», explica su madre.
Ayudar a otros niños
Con 10 años, y aburrido de tantas horas de hospital, Dídac decidió –animado por su madre– apuntar en una libreta todos los sentimientos que aparecían en él y analizarlos. « Me gustaba escribir y describí todo aquello que sentía en mi interior. Los médicos y mi madre me ayudaron a explicarme el significado de todas aquellas sensaciones».
Fue así, a tan temprana edad, cuando descubrió lo que eran los sentimientos contradictorios, la soledad, la tristeza, la ira, la rabia, el dolor, la impaciencia, el miedo, la nostalgia; pero también la lucha y superación, la felicidad, la ilusión... y la esperanza».
Un día, «cuando salí del hospital –explica– una amiga de mi madre me reto a publicar un libro con todos aquellos sentimientos expresados para ayudar a otros niños a entender lo que sienten en su interior».
Así fue como vio la luz «La vida fantástica. Lecciones de un niño con sueños» . Y es que Dídac, a pesar de toda su incansable lucha, considera que la vida es fantástica y que ha aprendido mucho en todo este tiempo. «Soy lo que soy por todo lo que he vivido. Desde el primer momento mis padres me contaron lo que tenía. No me ha quedado otra que luchar aunque pensara que no tenía fuerzas . Por eso, ahora –reconoce– creo que soy valiente, fuerte y paciente, aunque ¡no me gusta nada que me digan que tenga paciencia! Yo seguiré luchando. No quiero que la enfermedad me gane esta batalla», confiesa con gran seguridad este pequeño de 12 años.
¡Vuelta al cole!
Hace unos meses, Dídac ha comenzado a ir al cole con gran ilusión, «solo dos horas al día porque está en proceso de recuperación y aún tiene muchas secuelas, efectos secundarios de la medicación y una agenda muy apretada de visitas médicas. Volver a clase –cursa primero de la ESO– es una gran satisfacción –señala su madre– ya que, en cierto modo es volver a una vida “normalizada” y a estar en contacto con el exterior, con los amigos... Es un gran paso».
Cuando el pequeño ve a niños tristes, discutiendo por «tonterías» considera que cada uno se enfada por sus propias experiencias pero aún así, y más cuando ve a sus hermanos mayores discutiendo , «pienso que no tiene sentido, que hay cosas más importantes por las que disgustarse».
Dídac mira al futuro con ilusión. «Me gustaría curarme, escribir un libro de mi vida, estar todo el tiempo con mis hermanos y también –confiesa– poder ir a la nieve . Esos son ahora mis sueños y lucharé por ellos porque la vida es fantástica».