La demografía ya no es el «elefante en el armario» de Europa

Ignacio Socías, directivo del International Federation for Family Development, advierte que en Europa ya se están tomando medidas para fomentar la natalidad mientras que en España existe una total miopia hacia este asunto

S.F.

Pocas cosas son tan previsibles como las consecuencias del envejecimiento de la población y, sin embargo, muchos políticos contemporáneos prefieren no enfrentarse al problema , al parecer porque esas consecuencias no son tan inminentes como para hacerles perder votos en la siguiente votación. Pero hay excepciones a nuestro alrededor que muestran el camino a seguir: la última de ellas, protagonizada por la nueva presidenta de la Comisión Europea, que ha decidido incluir la cartera de Democracia y Demografía en su gobierno y darle el rango de vicepresidencia.

La lectura de la carta que Ursula von der Leyen ha dirigido a la primera titular, la croata Dubravka Suica, es toda una muestra de esa conducción con luces largas que nuestro primer mundo necesita al pedirle que su trabajo se centre en « responder a los retos y aprovechar las oportunidades que presenta el cambio demográfico », aprovechando las posibilidades que ofrece el servicio de estadísticas europeo (Eurostat) y de intercambio de buenas prácticas entre los distintos Estados miembros y regiones europeas.

El mandato de la comisaria Suica incluye, además, tres objetivos específicos : «la elaboración de un libro verde sobre el envejecimiento, la mejora de la conciliación entre trabajo y familia , y una estrategia para la futura garantía infantil y protección de los derechos del menor». Todo un programa de trabajo que, por cierto, sería perfectamente aplicable en nuestro país.

En una carta dirigida por nuestra federación a la nueva comisaria, con el apoyo de otras 59 organizaciones de 24 Estados miembros, solicitamos algunas formas de llevar a cabo ese programa que considero de especial interés. Concretamente, « buscar alianzas estratégicas con urgencia que supongan una mayor inversión en políticas de apoyo efectivo a las familias —como las licencias parentales remuneradas, pausas para la lactancia, educación infantil de calidad y ayudas económicas para los niños— y que muestren su valor para la triple consecución del beneficio económico, el empoderamiento de las mujeres y el desarrollo positivo de los menores. Sobre todo, asegurar que la evaluación del impacto de las futuras acciones de la Comisión tengan en cuenta el impacto de las leyes europeas en las familias y la demografía ».

Esas políticas y otras semejantes han dado ya buenos resultados en algunos países de nuestro entorno y de otros continentes. Por eso, resulta difícil entender la miopía que lleva a ignorar el problema o, peor aún, a considerarlo fruto de una visión ideologizada o partidista. Más aún cuando esas políticas necesitan años para resultar eficaces , muchos más que los que dura un mero periodo legislativo, con el subsiguiente riesgo de que un nuevo gobierno lo cambie todo y vuelva a empezar de cero.

Llegan nuevos vientos desde Europa, vientos que apuntan a una mejora en el planteamiento y solución de la nueva situación demográfica, fruto de la bajada en la natalidad y la mayor esperanza de vida. Ojalá lleguen pronto a España y podamos encontarnos entre los países que saben trabajar para que sus hijos tengan un futuro mejor y cada vez sea más atractivo traerlos al mundo. Esperemos que, a partir de ahora, una mirada a Bruselas baste para señalar el camino.

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