Familia
China no prevé un «baby boom» tras el fin del hijo único
Cuidarles, encargarse de su educación, comprarles un piso para que puedan casarse... los padres chinos consideran muy costoso ampliar familia
Después de casi cuatro décadas, China ha acabado con la «política del hijo único» para paliar el envejecimiento de su superpoblada sociedad y garantizar el crecimiento económico. Pero el fin de tan controvertida medida, que ha impedido 400 millones de nacimientos, no significa que vaya a haber un «baby boom» en este país.
Aunque cien millones de parejas podrán tener un segundo vástago, buena parte de ellas renunciarán a este derecho porque la vida es cada vez más cara y ya resulta bastante duro criar a un hijo. Ese es el drama de Gao Wei, asistente personal de un alto ejecutivo de Pekín y madre de un niño de cinco años. «Cuando me enteré de la eliminación de la ˝política del hijo único˝, me puse muy contenta porque siempre he querido tener una niña, pero me puse a hacer cuentas y no puedo permitírmelo», explica la mujer, que tiene 33 años y está casada con un empresario su misma edad, Jiang Hui, cuyo negocio se ha visto afectado por la ralentización de la economía.
Aunque ella cuenta con un sueldo neto de 9.000 yuanes (1.300 euros), que resulta bastante alto en China, los precios se han disparado tanto en las grandes ciudades que apenas le da para mantener a su familia y criar a su hijo. Junto al elevado coste de la vida, debe pagar 3.000 yuanes (430 euros) al mes por la guardería del crío, «a quien hay que comprarle ropa cada dos por tres porque a esa edad crecen muy rápidamente y todo se le queda pequeño enseguida», señala la mujer. Además, ha de apoquinar 500 yuanes (72 euros) cada vez que va al médico por un resfriado o alguna inyección.
«Mi marido quiere tener un segundo hijo, pero no podemos porque resulta muy caro y debemos pensar en el futuro », se justifica Gao Wei haciendo gala de la habitual capacidad de previsión y ahorro que caracteriza a los chinos. En esta sociedad aún tan familiar, ese futuro incluye cuidar a sus padres y a sus suegros, que son ya bastante mayores, y dedicar todos sus esfuerzos a la educación de su hijo para que consiga un buen trabajo el día de mañana.
Lo mismo piensa Yang Jiang, profesor de inglés de 33 años y padre de un niño de dos. Tras la relajación de los controles de natalidad en 2013, podía haber tenido un segundo vástago porque él es hijo único, pero su esposa, Li Dandan, no quiere porque su parto fue muy largo y doloroso. A su mal recuerdo se suma el aspecto económico.«Además de que es muy caro criarlos, en China hay que comprarle un piso a los hijos para que puedan casarse . Si tuviera otro, la presión sería enorme», razona Yang Jiang resignado.
«Es poco probable que los nacimientos se disparen hasta el punto de reducir el rápido envejecimiento de la población china. Los índices de natalidad han disminuido y los estudios sugieren que pocas parejas creen hoy que pueden permitirse un segundo hijo en las zonas urbanas de China, que son bastante caras», analiza el profesor Jeremy Lee Wallace, de la Universidad de Cornell. A su juicio, «el fin de la ˝política del hijo único˝ es una bendición para la libertad y los derechos humanos de los chin os, pero no es probable que afecte en gran manera a la tendencia demográfica».
Como muestra, destaca el escaso éxito que tuvo hace dos años el permiso a las parejas para tener un segundo vástago cuando uno de los cónyuges era hijo único. De los once millones de matrimonios que podían acogerse a dicha medida, solo lo habían solicitado 1,5 millones hasta el pasado verano.