Covid-19
La atención infantil recupera el terreno que el virus le robó
Así trabajan en tiempos de coronavirus en la Unidad de Desarrollo Infantil y Atención Temprana Especializada (UDIATE) del hospital Victoria Eugenia de Sevilla
Jaime y Covadonga juegan a hacer puzzles, a saltar a la pata coja o a contar con los dedos de la mano, se sientan en el suelo y hablan como si jugaran, aunque Jaime, en realidad, está siendo objeto de una terapia por parte de Covadonga, con la que se reúne dos veces por semana.
Covadonga es una de las profesionales que atiende la Unidad de Desarrollo Infantil y Atención Temprana Especializada (UDIATE) , del hospital Victoria Eugenia de Sevilla , y Jaime, que en realidad no se llama así, es un niño que se pone en sus manos para solucionar los pequeños problemas de movilidad en el lado derecho de su cuerpo, inapreciables gracias al tiempo que lleva participando en estas terapias en forma de juego.
El confinamiento, relata Efe, ha provocado que las terapias se paralicen durante tres meses, y las familias se han tenido que adaptar a que internet sea el nexo entre ellas y el hospital, pero ahora, con matices, han vuelto a ponerse en manos de los profesionales de forma presencial, pero con muchos condicionantes.
Pero había que empezar ya, «y hemos notado retrasos en los niños y que se han perdido algunas de las cosas que habíamos conseguido» . Lo explica la coordinadora de la unidad, Ana Gómez, especialista en el tratamiento y desarrollo psicomotor, en Atención Temprana, reeducación psicomotriz y profesora del posgrado homologado de hipoterapia.
« Ha sido muy duro, aunque ha habido casos de seguimiento con ayudas de la familia , pero en estos no ha sido posible, por no tener recursos en casa para tener un ordenador o incluso tiempo al estar trabajando», dice, aunque también explica que algunos padres la han sorprendido, y han salido reforzados de la experiencia.
Aclara que si el servicio es hasta los seis años, además de universal, es que «el cerebro tiene una especial maduración que termina a esa edad» , y pone el acento en que «es un servicio imprescindible, porque puede cambiar la vida del niño para siempre tener o no intervención en esta etapa de la vida».
Ana fue la propulsora de la creación de la unidad, a la que Gema acude para dejar y recoger a su hijo dos veces por semana, «y el resto de días trabajamos con unas pautas que nos dan para seguir con la terapia», mientras explica que el confinamiento con su hijo y sin terapias «ha sido llevadero, porque han estado en contacto siempre con nosotros, dos días por semana nos mandaban las actividades por mail, y han estado muy pendiente».
Esta doctora, explica Efe, coordina un equipo que trabaja con niños que sufren o han sufrido retrasos físicos o sensoriales, solventando problemas en el desarrollo motriz, cognitivo, sensorial, del lenguaje, generalizado del desarrollo, de la conducta, trastornos emocionales o en el desarrollo de la expresión somática, interactuando con las propias familias para que sean parte de la terapia de los niños.
Solo de esta forma, con un trabajo constante, Jaime puede presumir de que ya cuenta con los dedos del uno al cinco, moviendo sus falanges como cualquier niño de su corta edad, con una movilidad que, si no es total, no se aprecia la diferencia, y con esa naturalidad para explicar las cosas que solo tienen los niños.
Después de tres meses con sus aulas en silencio, la unidad ha vuelto a trabajar, a tener vida, aunque no todo el programa se puede aplicar, porque de momento es imposible que los niños duerman en el hospital para atenciones muy concretas, pero, ajeno a lo que el virus ha provocado a su alrededor, Jaime juega con Covadonga y hace puzzles, mueve sus dedos, y gana vida, que al fin y al cabo es de lo que se trata.
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