¿Por qué algunos padres se vuelven 'locos' viendo jugar a sus hijos? Así es el 'síndrome de enajenación'
El exdeportista profesional y psicólogo deportivo Ángel Sanz señala las herramientas necesarias «para que cada uno cumpla su papel»

Sábado, once de la mañana. Un grupo de niños juega en las canchas del equipo del barrio un partido de fútbol. Después de treinta minutos, aún están en tablas en el marcador. Los tres puntos que se juegan puede que sean decisivos, porque ambos se encuentran en las últimas posiciones de la clasificación. En la grada, un grupo de padres anima a los suyos cuando de repente uno comienza a insultar al árbitro, reprochándole su última decisión. Los chicos miran incrédulos, y uno se lleva las manos a la cara, tratando de ocultar la vergüenza que le provoca que su padre suelte tales improperios al juez de campo.
Esta imagen se repite a menudo, variando los protagonistas y el foco de la «presión». Lo que permanece fijo es el grupo de niños que, en la mayoría de ocasiones, practica deporte solo por diversión. Conscientes de la interferencia negativa que algunos padres ejercen en las actividades extraescolares de sus hijos, La Liga ha lanzado la tercera edición de su Escuela de Valores dirigida a los progenitores. Ángel Sanz , exjugador de baloncesto profesional y padre de dos hijos deportistas, es el mentor de estas charlas que se impartirán en colaboración con algunos equipos profesionales, colegios y ayuntamientos. «A veces los padres no tienen las herramientas suficientes para para identificar qué papel debe desempeñar en la vida de su hijo deportista», cuenta este psicólogo deportivo.
Entre los problemas que identifica Sanz es que a veces, «los progenitores confunden el deporte que practican sus hijos con el que luego ven en la televisión », pensando que se trata del Real Madrid o del Barça. También es necesario para ellos comprender que de todos los niños que practican deporte, en el caso del fútbol, solo el 0,5% de ellos llegará a ser profesional. «Deben plantearse que si no van a tener una carrera deportiva, ¿para qué están entrenando a sus hijos? En el momento en que como padre entiendas que es una herramienta educativa, el resto cambiará», añade.
Fruto de la adultificación del deporte o de pensar que el menor puede estar quedándose atrás, surgen los comportamientos indeseables en la grada, definidos como el «síndrome de enajenación en la banda». Este es el que lleva a que el padre pierda la conciencia, y Sanz identifica a dos tipos de adultos. «Hay herramientas o tratamientos que se pueden hacer para mejorar estos comportamientos, y también otros padres inmunes, que suelen ser aquellos que han vivido el deporte desde dentro y saben realmente lo que necesitaban ellos cuando eran niños… y no era a su padre gritando a pie de pista», argumenta Sanz.
Bajo presión
«Una de las cosas más negativas que te pueden pasar siendo niño es que tu padre, que es tu Dios cuando eres pequeño , utilice el resultado del deporte para presionarte, más que todo el proceso. Es un nivel de exigencia que termina haciendo daño al niño. Por eso siempre digo que el deporte es un arma o de construcción masiva o de destrucción masiva», cuenta el psicólogo. Muchas veces son los más mayores los que sueñan con una carrera profesional para los pequeños, y es que estos «no están pensando si van a ganar a no. Si el niño tiene talento, disfruta y está en el entorno adecuado, va a sacar todo lo que tenga, y si tiene talento para ser jugador profesional, lo será a pesar de su padre, a pesar de su entrenador o incluso a pesar de su club».
Por ello, la figura del padre «ideal» sería el que, en opinión de Sanz, se limita a acompañarlo. « Si fueras cirujano, ¿operarías a tu hijo? No podrías, por el vínculo emocional. Pues en el deporte igual. Somos conseguidores: si él quiere ir por un camino determinado, tienes que ayudarlo, generar ese entorno para que disfrute del deporte», cuenta. Y refiere la pregunta que les hacía a los hermanos Bryan, una de las mejores parejas de doblistas de la historia del tenis, su padre, al terminar los partidos: «¿De qué queréis el helado? Eso es justo lo que tiene que hacer un padre», zanja.
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