¿A qué juegan las niñas en el cole?
Muchas veces relegadas a los márgenes del patio, cada vez son menos las que juegan y dejan volar la imaginación
Cada vez son más los colegios que se preocupan por incluir contenido de género en sus clases . O incluso los que se animan a rediseñar sus espacios para que la división tradicional entre niños y niñas auspiciada por el deporte en el patio vaya cambiando. Sin embargo, en la mayoría de los centros educativos, la pista de fútbol sigue representando el 80 por ciento del espacio. En ella, los niños (y sí, alguna niña con ellos) juegan con la pelota mientras que sus compañeras pasean o parlotean en el espacio que les queda libre. El patio, quizá, sea uno de los últimos espacios que aún tiene que reconvertirse para adaptarse al momento actual, y por ello, cada vez más es importante ser conscientes de cómo afecta a los más pequeños.
«Con el uso del espacio del patio, las niñas interiorizan como una transgresión entrar al espacio donde se está jugando al fútbol, y si reciben un pelotazo, es su culpa por haber ido hasta allí. Se ve, además, normal, que la ocupación del espacio sea de dominio estrictamente masculino y que las mujeres se queden en los espacios marginales», comenta la socióloga Marina Subirats. Fue directora del Instituto de la Mujer en la década de los 90, pero su vida académica está orientada a la coeducación , es decir, la educación en igualdad. Por eso, recomienda fijarse detenidamente «qué pasa en los patios», filmando con una cámara, «porque lo que de un vistazo observas como normal, puede que no lo sea tanto», dice. «Si haces pequeños vídeos y vas parando las imágenes, puedes observar cuántas niñas y niños están en el centro, dónde está el epicentro del juego, a qué se juega», añade, porque «lo más habitual es que los pequeños estén jugando al fútbol, y las niñas, que no tienen espacio donde jugar , estén de pie, mirando por los rincones».
Esta manera en la que nos movemos por el espacio condiciona la percepción y la moral de las niñas. «No solo es que los niños desde que nacen ya se les dé una prioridad en el espacio , sino incluso que las actividades que se ofrecen están más pensadas para ellos que para sus compañeras», señala Subirats. Por su trabajo, confiesa que ha ido a muchos colegios pero los profesores con los que habla, a menudo «no se han dado cuenta de esto, no lo ha observado, lo encuentran normal». «No tiene nada de anormal que las niñas no jueguen: cuando los observas, vemos la violencia de los niños, que las echa a ellas al rincón y pierden su capacidad de moverse en el espacio público», comenta.
«Antes había muchos juegos de niñas : el corro de la patata, la comba, la rayuela…, y ahora en los patios hay muchas niñas que no están jugando a nada, que no tienen donde hacerlo», apunta. Aunque pueda parecer baladí, las niñas están aprendiendo «que el espacio no es suyo, que no son las protagonistas del mismo y que tienen que dejarlo a ellos porque lo que hacen no tiene valor para la escuela y de sus juegos no habla nadie», comenta con voz crítica. En estos procesos de asimilación tiene mucha importancia la televisión y cómo la sociedad valora un tipo de juegos por encima de otros.
Muchos centros educativos, conscientes de esta realidad, encuentran como solución que las niñas jueguen con ellos forzosamente. «Si lo que hacemos es que las niñas jueguen al fútbol, lo que conseguimos es masculinizarlas , llevándolas a un ámbito tradicionalmente masculino, y todo lo femenino desaparece para siempre», señala. Junto a que las niñas también hagan deporte, tiene que haber «otro tipo de acción inversa, volver a recuperar los juegos de niñas y ver que pueden ser también divertidos e interesantes para todos», propone la socióloga. La autora habla de «restablecer un equilibrio», y que los niños puedan jugar a las muñecas, saltar a la comba y practicar otro tipo de juegos.
En la Guía de Diseño de Entornos Escolares publicada a finales de 2017 por el Ayuntamiento de Madrid, se propone como el «patio ideal» aquel que cuenta con tres zonas diferenciadas. La primera, es la zona tranquila para actividades de baja intensidad (puede tener huerto o jardín, zona de picnic, un arenero o aula exterior), otra zona semi-activa donde saltar, hacer equilibrios o bailar (para juegos libres o expresiones artísticas, con sombra, vegetación y juegos libres como columpios) y finalmente una zona activa donde desarrollar deportes reglados (con zona de precalentamiento, deportiva y rocódromo).
Una separación social
Tradicionalmente, en sociedades que no son las actuales, el hombre estaba educado para tareas como defender, pelear o ganar dinero y la mujer tenía que estar en casa y cuidando de la familia. «Esto, en determinados momentos de la historia, tiene su razón de ser, porque había que especializar a una parte de la sociedad, pero ya no se corresponde con estos tiempos, la vida ahora es muy diferente y ya no tiene sentido esta división del trabajo », comenta Subirats. A pesar de que hay espacios aún que se resisten a tratar a niños y niñas como iguales, los padres y profesores sí que se han concienciado más al respecto de la importancia de las materias que se estudian o de cómo influyen los estereotipos a la hora de criar a un hijo. «Hay mucha gente que resta importancia a estos temas, porque tienen una penetración muy lenta en la sociedad, pero las escuelas se están empezando a dar cuenta de lo que está pasando y de que es un error», apunta la socióloga.
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