¿Cómo escoger residencia de mayores? Los expertos opinan: «Hay que fijarse en cómo huele»

Hay que tratar de escoger el tipo de centro que mejor se adapte a las necesidades de cada anciano

Nieves Mira

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Son muchas las familias que tienen que tomar la decisión de trasladar a sus seres queridos a una residencia donde reciban la atención que ellos no pueden proporcionarle debido a su delicada situación. El paso, para ambas partes, puede ser traumático y doloroso, según apuntan los expertos y trabajadores del sector, que coinciden en que el traslado a una residencia supone un punto de inflexión en la vida de los más mayores.

«Llega un momento en el que la dependencia física es tan grande que si las familias no tienen recursos para pagar una grúa o adaptar un baño, hay que recurrir a una residencia», cuenta Pablo Barredo , presidente de la Fundación Diario de un Cuidador , que se ocupó durante cinco años de su madre con alzhéimer. Barredo apunta a ese momento en el que la última opción, que suele ser la de plantearse trasladar a la persona mayor a una residencia, se hace casi inevitable, sobre todo cuando también hay que gestionar una enfermedad. Lo primero que aconseja es acudir al trabajador social de la zona, «para que les oriente y les guíe en el proceso, para que conozcan las ayudas y posibilidades de la Ley de Dependencia».

Tipos de centro

«No todos las residencias valen para todo el mundo», apunta Silvia Sierra, trabajadora social en la Asociación Benéfica Geriátrica (ABG). Allí se encargan de asesorar a las familias para encontrar recursos para sus mayores, derivados desde hospitales o centros de día. «Vienen angustiadas, a la espera de una plaza pública pero necesitan una solución mientras», cuenta.

Para seleccionar un centro desde esta asociación se valora, en primer lugar, la situación económica. «En Madrid capital, las plazas van de los 2.500 euros en adelante , y hay algunas familias que buscan centros equivalentes pero más asequibles, y las derivamos al extrarradio. El precio también viene determinado por los servicios: no es lo mismo un centro que tenga médico un día a la semana que uno que lo tenga todos los días», apunta Sierra. Además, hay que determinar el tipo de residencia que necesita cada usuario: hay algunos más pequeños, con todos los servicios, y otros que, por ejemplo, no tienen rehabilitación. En tercer lugar también es importante el contacto familiar: «Hay familias que buscan cercanía al trabajo o que los fines de semana les pille más cerca para hacerles una visita».

En España hay 366.633 plazas de residencia en un total de 5.295 centros, según los últimos datos publicados por Envejecimiento en Red. De estas, 99.130 son públicas y el resto, unas 267.240 son privadas. Estos datos suponen unas 4,2 plazas por cada cien personas mayores. En el caso de las residencias de gestión pública, el usuario la financia con el 86% de su pensión, pero en el caso de las privadas, los precios varían según los servicios incluidos, pero siempre hay que cumplir unos ratios de personal estipulados por la normativa vigente.

Superar miedos infundados

«Las residencias actuales ya no son los asilos que conocieron nuestros mayores (de donde les vienen sus miedos). Muchas veces la diferencia se encuentra en la mano de la dirección del centro y la experiencia del personal», cuenta el psicólogo clínico-gerontólogo Juan G. Castilla , que ha sido director de residencias de personas mayores. Tras su experiencia, da unos consejos sobre en qué hay que fijarse a la hora de escoger entre opciones: «Hay que mirar varias candidatas de lo que encajaría a priori con las necesidades de nuestro ser querido, y que la residencia tenga buena predisposición a que visitemos el centro, incluso sin cita previa». Cuando se produzca esa visita, aconseja «fijarnos en el aspecto de las personas que viven allí y en sus olores: si un centro entra por los ojos pero no por la nariz, hay que buscar otro. Suele deberse a que no existe aseo diario o cambios de pañal adecuados». También hay que fijarse en si dispone de certificados de calidad externos, y, remarca, en «la cara de los trabajadores, ya que aunque es un trabajo duro, es muy vocacional».

El procedimiento habitual para optar a una plaza pública parte de los servicios sociales. «Hacen una valoración y, en función del grado de dependencia, de la situación económica y personal se hacen listas de espera, que avanzan según las vacantes», cuenta a ABC Miguel Vázquez , presidente de la Plataforma por la dignidad de las personas mayores en residencias. Una vez adjudicada, tienen un plazo de 4 a 6 meses para poder volver a solicitar otra si surgiera una vacante.

«Las residencias de mayores, por lo general, tienen unos horarios programados para las actividades de todo el día: duchas, desayunos, actividades lúdicas o rehabilitadoras, comidas, siestas, medicación, meriendas, consultas, cenas y dormir. Cuanto más pequeño sea el centro, más flexibilidad horaria tendrá», señala Castilla, que describe una corriente actual en residencias con un modelo de intervención llamado «atención centrada en la persona». O, lo que es lo mismo, quela organización del geriátrico gire en torno a cada individualidad.

Experiencia de conocidos

«El sentimiento más común al dejar a sus familiares en una residencia es la culpabilidad por no dar a su familiar los cuidados que sí le dio cuando era también una persona indefensa. Lo que les ayuda es la experiencia positiva de personas de su entorno, ya que ante un “mundo desconocido” todos sentimos miedo o precaución», señala el psicólogo. Cada vez son más las residencias que incorporan a este tipo de profesionales en su plantilla, que trabajan por la integración de los recién llegados, haciéndoles una valoración psicológica, pero también con las familias y la posible culpabilidad que tengan.

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