La mirada de Dante
Mª del Mar Velasco, profesora del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, explica en este artículo cómo la historia ha sido cruel con los más débiles
Un día, allá por los años 50 del siglo XX, un joven maestro le preguntó a Carmen Gayarre, pionera de la educación especial en España, si no le daba vergüenza salir de paseo con su hijo Luis, con síndrome de Down, teniendo en cuenta que la gente se los quedaba mirando por la calle. « Ya se acostumbrarán a verlos », contestó ella. «¿Es que vamos a educar a la sociedad?», replicó el joven. «Por supuesto que sí», respondió Carmen. Y ahí seguimos. El covid ha venido, entre otras cosas, a recordarnos que la vulnerabilidad es universal: todos somos, en mayor o menor medida, frágiles y nadie es menos digno ni menos humano por ser más vulnerable.
De esto se habló, provechosa y abundantemente, en el I Congreso sobre Vulnerabilidad organizado por el Instituto de Humanidades Ángel Ayala de la Universidad CEU San Pablo . Allí se vio cómo la historia ha sido cruel con los más débiles, cómo el hecho de reconocernos frágiles frena hoy nuestro deseo transhumanista de ser dioses y que sirve de poco ser rico en bienes materiales si somos pobres en vínculos, adictos a las operaciones estéticas o enfermos de miedo hacia nosotros mismos.
Se explicó también cómo la vital autonomía del ser humano adquiere sentido cuando se dedica al cuidado de los más indefensos para hacerlos, precisamente, más autónomos. Que la integración laboral de personas con discapacidad ayuda más a la empresa que al propio discapacitado y que el mayor sufrimiento del enfermo terminal —al que no debemos propiciar la muerte ni tampoco prolongar su agonía— es no sentirse acompañado. Se clamó por los «invisibles», los embriones, frágiles entre los frágiles —y sin embargo tan poderosos como material biológico y tan apetecibles para la investigación— convertidos en víctimas de la hybris del dominio, la explotación y el descarte. Y se recordó que mientras algunos provocan daños a menores consentidos por el derecho y la sociedad, otros acogen generosamente en su familia a niños que no la tienen y les dan un nombre, un futuro y una vida.
Asomarse a los ojos del vulnerable es reconocer en lo más hondo, como Dante al contemplar al Creador en el Paraíso, nuestro propio rostro.