El lujo de pensar

Ángel Arias Urrutia, director del Grado en Humanidades de la Universidad CEU-San Pablo, se pregunta en este artículo si alguna vez se escuchará en nuestro país la opinión de los docentes con años de experiencia y prestigio en sus áreas de conocimiento

S.F.

Pues nada, ya está más que dicho. Y, sin embargo, parece que no habrá marcha atrás. Desde muy ilustres y variadas tribunas, con diversos enfoques, se han dado razones de peso. A poco que uno haya mostrado interés, habrá advertido las futuras consecuencias y, a estas alturas, tendrá plena conciencia de las evidencias presentes. Porque esto viene de lejos. No es algo improvisado. Y hasta lo consideraríamos parte de un plan perverso, una magistral maquinación maquiavélica, si no temiéramos pecar de generosos, al conceder a sus autores semejantes capacidades (lo apuntaba Diego Garrocho en una espléndida Tercera, hace unos días).

La ley Celaá es la culminación de un despropósito continuado que atenta, sin complejos, contra el núcleo mismo de todo proyecto educativo. No se trata de una hipérbole, se lo aseguro. Más allá de la adquisición de conocimientos, por encima del desarrollo de habilidades, y muy lejos de la sistemática superación de interminables verificaciones evaluativas; la tarea educativa es un lento y esforzado proceso que conduce a la maduración personal. O lo que es lo mismo, un camino que tiene como meta la f ormación de verdaderos ciudadanos con capacidad de decisión, con un ponderado sentido crítico, con suficientes resortes para afrontar de manera creativa los retos individuales y colectivos que plantea el presente, con competencia para argumentar las propias opiniones, y con referentes sólidos, en los diversos campos del saber, para poder dar respuesta no sólo al cómo sino también a los porqués.

La eliminación de la Filosofía de la ESO es el último eslabón de una larga cadena de decisiones políticas sobre la educación que han ido cercenando el despliegue de una consistente propuesta formativa. ¿Alguna vez se escuchará la opinión de los docentes con años de experiencia y prestigio en sus áreas de conocimiento? ¿O seguirán legislando a golpe de ocurrencia y cuotas de ideología? Poca esperanza queda cuando lo que se le ha hurtado a la enseñanza secundaria es nada más y nada menos que ese fundamental primer contacto con una disciplina que nos enseña a pensar. ¿Será que lo consideran un lujo superfluo?

Ángel Arias Urrutia, director del Grado en Humanidades de la Universidad CEU-San Pablo
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