«Hay que enseñar a los niños que la generosidad es discreta, silenciosa, anónima y respetuosa»

Nora Rodríguez, escritora, educadora, ensayista y conferenciante en pedagogía e innovación acaba de publicar «Educar por la Paz»

Inés Baucells

S. F.

Para Nora Rodríguez, escritora, educadora, ensayista y conferenciante en pedagogía e innovación, es difícil educar a las generaciones que han nacido en un mundo hiperactivo y diseñado tecnológicamente . Sin embargo, añade, «los seres humanos somos la única especie capaz de enseñar a su descendencia a ser felices. La evolución ha diseñado nuestros cerebros para adaptarnos, interactuar y conectar con otros desde la bondad».

Así, la autora de «Educar por la Paz» sugiere que «es hora de dejar de ocultar el sentimiento de desconexión que experimentan día a día niños y adolescentes. Hoy sabemos que la tecnología no les hace verdaderamente felices y la neurociencia lo confirma. Urge darles una vida significativa que aleje de su mundo el sentimiento de sentirse aislados, sin deseo de tener conexiones positivas y partidos interiormente. Educar para la felicidad responsable es, en este sentido, el gran reto de la educación».

Dices que «Educar por la Paz» es un libro que empieza al revés….

Sí. Para que se vea con claridad que hay que educar de un modo diferente, hay que escribir a veces en otro orden.

Entiendo que usa esa estrategia para forzar la urgencia de educar en otra dirección…

Sí, sin duda. Necesitamos evolutivamente que la educación ponga el foco en el desarrollo de la humanidad, antes que, en la obsesión por el individualismo, la competitividad o las notas para satisfacción del Informe Pisa. Los seres humanos hemos llegado hasta aquí porque tenemos un gran potencial para el altruismo, la generosidad, la empatía y para cuidarnos.

¿Qué es la felicidad responsable y qué papel juega la neurociencia en ella?

Es saber que la felicidad de cada uno no es independiente de la felicidad de los demás. Y que como en todas las especies sociales cuidar a otros nos hace más felices que la conquista de la felicidad inmediata. Somos seres sociales, nuestro cerebro es un órgano social, y la empatía es como el wifi con el que nos conectamos.

¿Considera importante incluir proyectos en las aulas como metodología innovadora? ¿Qué tipo de proyectos? ¿Qué beneficios les aporta?

Impactarlos con algo que les resulte novedoso y problemático, y a partir de ahí que generen proyectos, donde deban replantearse con otros, debatir y buscar soluciones, y que para encontrarlas deban investigar, aprender, y enseñar a otros lo que han aprendido de nuevo, y ampliar, para llegar en los aprendizajes hasta donde ellos quieran.

¿Qué hábitos podemos aplicar con nuestros hijos para lograr una mayor felicidad responsable?

Se trata de enseñar a hacer micro movimientos, y cómo estos pequeños gestos, cambian las relaciones y también las reacciones de los demás. Por ejemplo, transmitiéndoles que la verdadera generosidad es dar algo, que no siempre es material, puede ser tiempo, una idea. Enseñarles que la generosidad es discreta, silenciosa, se realiza anónimamente, de manera respetuosa.

¿Qué le gustaría aportar con este libro a la sociedad?

Repensar la educación. Educar en sintonía con el cerebro y con lo que ya traemos. Somos el resultado de 360.000 generaciones y millones de años de evolución a nuestras espaldas, y hemos llegado hasta aquí también por cuidarnos, como una forma de selección natural.

¿Si a finales del 2019 fuera nuevamente invitada a la ONU, en qué aspecto de la educación haría hincapié?

Sin duda volvería a hablar de la necesidad de educar happineers, diseñadores de felicidad en las aulas. Pero abriría aún más sus puertas, para que educar sea una tarea que integre a las familias. Educando equipos de docentes de alto rendimiento en los colegios tal como hacemos desde Happy Schools Institute . Y que desde estos docentes inspiradores los niños sean el vehículo para formar «pequeños círculos de felicidad responsable».

¿Cuál es el futuro de la educación y cuál debería de ser desde su punto de vista?

Hoy no es ya necesario educar para la productividad en las fábricas a futuros trabajadores sumisos y bien alimentados. Toca enseñarles a las nuevas generaciones a tener una vida significativa y valiosa. En este sentido, educar para la paz, que es educar para la felicidad responsable.

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