La corrección política, también en las clases de ciencia
Javier Pérez Castells, catedrático de Química Orgánica de la Universidad CEU San Pablo, apunta en este artículo que al enseñar ciencia «los profesores debemos ser cuidadosos y honestos a la hora de distinguir bien lo que es estrictamente científico de lo que son interpretaciones opinables y discutibles»
Según una encuesta reciente muchos jóvenes pierden la fe al considerarla incompatible con lo que les enseñan en las clases de ciencias, incluso aunque estudien en colegios religiosos. La corrección política actual sostiene que la ciencia está arrinconando la idea religiosa y demostrando su falsedad y superchería. Y es que la ciencia a veces es manipulada, interpretándose sus hallazgos con fines ideológicos.
Se mezcla así ciencia con meta-ciencia, en este caso con filosofía atea, lo cual, llevado al colegio o instituto podría erosionar la libertad de los alumnos y sus familias al convertir formación veraz en adoctrinamiento. A veces, los propios profesores actúan sin mala fe, influidos por la marea de opiniones de un buen número de prestigiosos científicos y divulgadores beligerantemente ateos. Y ello a pesar de que otros muchos científicos son creyentes y saben bien de la absoluta compatibilidad entre lo que la ciencia nos relata y la religión. De hecho, muchos opinamos que la ciencia está construyendo una cosmovisión cada vez más coherente con la idea de un Dios creador, aunque nunca presentaríamos esta conclusión como científica.
Los científicos y los profesores somos personas con nuestras creencias e ideas. Al enseñar ciencia debemos ser cuidadosos y honestos a la hora de distinguir bien lo que es estrictamente científico de lo que son interpretaciones opinables y discutibles. En esto último la libertad de ideas y el pensamiento crítico deben protegerse en el aula. Es lo contrario de lo que busca la corrección política, empeñada en delimitar lo que se puede decir, y por ende, lo que se puede pensar.
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