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Volver al país de origen, una necesidad para los que están lejos
Visitar el lugar de origen significa no sólo ver a las personas que ‘se echan de menos’ sino entrar en contacto con todo aquello que ‘configura la propia identidad’
Tanto los períodos vacacionales largos como los que ofrece el verano son hitos fundamentales en el calendario de las personas que viven lejos de sus países de origen. Y es que tras largos períodos lejos de los suyos, para estas personas, estas semanas son la oportunidad de hacer un paréntesis en sus países de origen .
Lo es hasta el punto de que estas semanas de reencuentro constituyen para ellos una ‘necesidad vital’. Por esta misma razón, la imposibilidad de disfrutar de estas semanas puede incluso ser vivida “como un duelo”, señala Salud Porras, profesora del grado en Psicología de la Universitat Abat Oliba CEU, Salud Porras .
No obstante, el impacto emocional de no poder visitar la tierra de origen es diferente según cómo sea el perfil de la persona migrante. «Aquellas personas que, al migrar, se adaptaron e integraron en el país de destino, de manera que redibujaron su identidad étnica, sobrellevan mejor la distancia. Sin embargo, aquéllos cuya identidad sigue firmemente sustentada por el apego a la tierra de origen, son los que están expuestos a un mayor sufrimiento en caso de prolongarse los períodos de separación con seres queridos que permanecen en los países de origen», comenta la profesora de Psicología.
En estos casos, esta privación puede ser vivida «como una gran pérdida, como un duelo». Hablamos de un duelo entendido como una pérdida vital significativa «¿Cómo llevaría cualquiera de nosotros no poder abrazar a nuestros padres en dos años? Sin duda, con dolor emocional porque no los tenemos; eso es un duelo», apunta Salud Porras. Según la experta, no sólo se trata de echar de menos a la persona, sino el contacto con todo aquello que « configura la propia identidad y un sentido social ». Es decir, las tradiciones, los elementos culturales, la lengua, la gastronomía, el arte o las costumbres sociales.
A todo esto debemos añadir que el hecho de poder regresar un tiempo a su país representa para estas personas «la gran motivación para trabajar y esforzarse el resto del año», comenta Salud Porras. Por eso habla de necesidad vital, concretada en el mantenimiento y expresión de fuertes vínculos no sólo con personas, sino también con la cultura. En el caso de las personas mejor adaptadas a las sociedades de los países de acogida, la distancia suele resultar menos dura, ya que han desarrollado otros recursos que compensan la distancia con sus lugares de procedencia.
Pragmatismo frente a la incertidumbre
Para apoyar a las personas sometidas a un alto grado de incertidumbre por no saber si podrán o no viajar a sus países de origen, Porras recomienda « no poner el objetivo en controlar la situación sino en adaptarse a ella ». En segundo lugar, prescribe «ser práctico. Se trata de centrarse en la pregunta ¿puedo hacer algo para solucionar o paliar el problema». Efectivamente, hay mucho que se puede hacer: «podemos decidir llamar a esa persona que está sola, buscar alternativas de comunicación que acorten la distancia percibida y ofrecer ayuda de diversas formas».
Finalmente, las personas que están en el entorno de migrantes que habrán de pasar largo tiempo lejos de su casa pueden adoptar una disposición de acompañamiento. «Cuando una persona sufre por una situación que no puede controlar y no puede cambiar, sentir la disponibilidad y compañía de alguien que empatiza con su dolor puede ser la mayor fuente de serenidad. No se trata tanto de hacer o no determinadas actividades, sino de estar disponible con actitud de adaptación, resiliente», concluye Porras.