Una nueva oportunidad: «De dormir solos en la calle... a encontrar una familia»
Ricardo y Fernando (63 años) han sido acogidos en un piso regentado por estudiantes universitarios: «Dormir se puede hacer en cualquier parte; tener a alguien que te escuche, no», aseguran
Cuando Ricardo cumplió 20 años se hartó de que en cada sitio donde buscaba trabajo le dijeran «ya te llamaremos» , algo que nunca ocurría. Agarró su mochila y salió de Madrid dispuesto a encontrar un empleo. No fue fácil. Recorrió Cataluña, Ibiza, Guadalajara... Logró contratos temporales en hoteles, como temporero, vendiendo periódicos en semáforos... Su penuria le obligó a dormir en la calle en muchas ocasiones. Hoy, con 63 años, reconoce que llegó a casarse, pero no funcionó y de su familia no sabe nada «cada uno hace su vida».
Su única compañía durante muchos años fue la soledad . «Al final se convierte en una compañera de viaje, como una amiga invisible. Le hablas, pero no te contesta, pero aún así, le cuentas tus penas: ya ves lo que me ha pasado hoy, ¿qué te parece esto?... Pues vamos a hacer aquello...».
Cuando llegó el confinamiento por el Covid-19, su casa era la Puerta del Sol de Madrid . Personal de Asuntos Sociales le recogió de la calle y le llevó a Ifema. Al terminar el confinamiento le comentaron la posibilidad de ir a un piso de la Fundación Lázaro donde había varios estudiantes universitarios viviendo. «Me dije, por qué no. Y probé».
Lleva casi un año conviviendo en este piso con Miguel , un joven antropólogo de Canarias que con 25 años estudia un máster; Bernabé, su hermano, que es profesor; y José, que dejó Cáceres para estudiar ADE en la universidad. «Ellos me aportan tranquilidad. Hablamos, nos escuchamos, nos entendemos, nos apoyamos... Formamos una auténtica familia. Puedo decir que he vuelto a la vida después de 40 años en la calle , durmiendo en albergues, soportales...».
Ricardo está prejubilado y cobra una ayuda del Estado. En su habitación se ha montado un taller y pinta piezas de colección. También imparte charlas a jóvenes para que conozcan su experiencia de vida. «Les transmito positivismo. Con todas las penurias que he vivido, no me quedo en la queja –asegura con orgullo–. Les incito a ser valientes en las decisiones que tomen».
«Había tocado fondo»
El último en llegar es Fernando, de 63 años . Se marchó de casa antes de ser mayor de edad. Confiesa que ha sido un ‘culo inquieto, un bala perdida’ y que sus relaciones de pareja siempre han acabado mal. «Me echaron de casa, perdí el piso y los trabajos que tenía. He estado 15 años en la calle».
«Cuando uno se marcha es un notición porque eso quiere decir que rehace su vida en un sitio mejor»
A pesar de que cree que tiene muy mala suerte, el destino le llevó hasta la Fundación Lázaro. «Me ha cambiado la vida. Llegué hundido. Había tocado fondo. Aquí he encontrado lo que perdí hace tiempo: una familia y una estabilidad psíquica y emocional . Mis compañeros de piso me ayudan e intento aprender de lo mejor de cada uno, quedarme con sus mensajes. Ahora mi máxima es estar vivo. Tirar hacia delante, aunque cueste».
Una vida normalizada
Pero Ricardo y Fernando no son los únicos que se benefician de esta convivencia. José apunta que «llegamos todos como desconocidos y poco a poco nos hemos convertido en una familia porque confío plenamente en mis compañeros. He aprendido que Fernando nunca se ha rendido a pesar de las condiciones en las que ha vivido y que Ricardo siempre saca el lado positivo a todo... A diferencia de un piso de estudiantes en el que cada uno va a lo suyo, aquí compartimos todo y nos apoyamos de manera conjunta. Es muy enriquecedor saber que, además, les estamos ayudando a tener una vida más normalizada».
La labor de estos jóvenes ha sido, además, recientemente reconocida en la última edición de los Premios al Voluntariado Universitario de la Fundación Mutua Madrileña . «Presentamos el último día de convocatoria un vídeo y cuál fue nuestra sorpresa cuando nos anunciaron que habíamos ganado entre más de 2.000 jóvenes de toda España. Un aliciente más para motivar a los jóvenes a llevar a cabo iniciativas tan solidarias y satisfactorias como esta», concluyen ambos universitarios.
Según Javier Cascón, responsable de Comunicación de Lázaro España –organización que cuenta con otro piso para mujeres en Madrid, otro a punto de abrir sus puertas en Barcelona y uno posible en Cádiz–, no hay límite de tiempo de permanencia en el piso, «pero cuando uno se marcha es un notición porque eso quiere decir que rehace su vida en un sitio mejor».
Noticias relacionadas
- El mejor profesor de Eso y Bachillerato de España: «Lo que más impacta a las familias es que yo 'no explico' en el aula»
- El consejo de un psiquiatra para que los hijos no crean que mandan, dominan o pueden hacer lo que les dé la gana con sus padres
- «Tus vivencias pasadas contaminan la educación que deseas para tus hijos»