Guido y María, un matrimonio de ancianos, vuelven a abrazarse tras tres meses separados por el coronavirus
Los ancianos, que llevan juntos desde hace más de 70 años, se vieron separados por primera vez a causa de la crisis sanitaria
María y Guido se conocieron cuando solo eran unos niños en Milán. Tras un tiempo conociéndose, se dieron el «sí, quiero» hace más de 70 años y durante este tiempo no se habían separado ni un solo día .
Todo cambió este 2020. Guido, de 100 años de edad, ingresó en una residencia poco tiempo antes de que se decretara la cuarentena debido a la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Su esposa María, de 93 años de edad, no pudo ingresar con debido al aislamiento forzado del recinto.
« Nunca se habían separado antes , ni siquiera por un día, en 70 años de matrimonio. Fueron días en los que Guido rezaba todas las mañanas para poder abrazarla nuevamente pronto, para poder vivir lo suficiente como para poder verla al menos una vez, porque "sin ella no vivo"», relata Diego Colombo, fisioterapeuta de la residencia.
Pero los 101 días de aislamiento pasaron. María finalmente había llegado y estaba a unos pasos de volver a ver a su marido.
«Salió del coche de sus hijos y con las piernas temblorosas aceleró el paso, escuchando la voz de su esposo que la estaba esperando en una silla de ruedas en el vestíbulo», continúa en el post.
Al llegar, se produjo el momento más especial del reencuentro . «Viniste», murmuró él. Ella, en respuesta, ciñó con suavidad el cuello de Guido con la mano, se inclinó en su dirección y se fundieron en un emotivo abrazo mientras las lágrimas inundaban sus mejillas.
«No había palabras para expresar lo que estaban sintiendo. Y tal vez después de 70 años juntos, las palabras habrían sido superfluas. Le dieron rienda suelta a las lágrimas. Dejaron ir sus emociones y se quedaron allí por mucho tiempo antes de pedir que los acompañaran al salón», concluye el fisioterapeuta en Facebook. «En la mesa, él le tomó la mano y le susurró: " nunca nos separaremos ahora". Sacó un trozo de papel de la manga, se secó los ojos y luego le acarició la mejilla con esa intimidad familiar construida ladrillo tras ladrillo en décadas de proximidad».
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