«Hay que quitar hierro a la creencia de que la adolescencia es peor para un niño adoptado»

En la década de mayor auge de la adopción internacional, casi 34.000 niños llegaron a las familias españolas

«Hay que quitar hierro a la creencia de que la adolescencia es peor para un niño adoptado» isabel permuy

m. j. pérez-barco

Vinieron de Rusia, China, Colombia, Etiopía... a finales de los noventa y en los primeros años del siglo XXI. Fueron los primeros niños que las familias españolas adoptaron de otros países, lo que se convirtió en un fenómeno demográfico sin precedentes. De hecho, sólo en una década, desde 1997 —año en el que se considera que arranca la adopción internacional— hasta 2006, 33.937 menores extranjeros llegaron por esta vía a nuestros hogares.

Claro que a lo largo de los años, la adopción internacional ha sufrido sus vaivenes. Mientras en 2004 España se sitúaba a la cabeza de los países que más niños extranjeros adoptaban (5.541), sólo superada por Estados Unidos, a partir de esa fecha las cosas empezaron a cambiar. Algunos países decidieron proteger a su infancia, promocionando la adopción nacional y endureciendo los requisitos para los foráneos que deseaban prohijar un niño. Entonces, la adopción internacional comenzó a decaer. Los últimos datos de que dispone el Ministerio de Sanidad cifran en 1.669 los menores que se adoptaron de otros Estados en 2012.

En busca de la identidad

Aquellos primeros niños adoptados que afrontaban con sus familias españolas una aventura que nadie sabía cómo iba a acabar ya se han convertido en adolescentes. Y, como otros muchos chicos de su edad, buscan su identidad. Para desmitificar que estos niños atraviesan una adolescencia peor, o cuando menos más complicada, la Asociación para la Defensa y el Desarrollo de la Adolescencia y la Infancia (Addai) celebra esta tarde en Madrid una jornada donde se escucharán las experiencias y vivencias de esta primera generación de adolescentes adoptados.

«Están en plena ebullición, como todos los demás», afirma Blanca Rudilla, directora de la Asociación para el Cuidado de la Infancia (ACI). «Estos niños no sufren mayores complicaciones durante esa etapa por ser adoptados —añade—. Es un periodo diferente y difícil, y lo afrontan como el niño que sus padres se han divorciado o que uno los progenitores ha fallecido. Los chicos adoptados arrastran dudas sobre su origen durante toda su vida, pero eso no tiene por qué pesar más en la adolescencia».

Una etapa necesaria

Son años de cambios, de búsqueda de respuestas, de afrontar desafíos, de creación de la propia personalidad, de recapacitar sobre todo lo que uno es... La adolescencia es una etapa «buena porque te hace repensar y llegar a ser tú mismo», explica Victoria Ruiz, pedagoga terapéutica de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. «Todo adolescente se cuestiona su entorno cercano y quiere tener un punto de vista distinto porque desea cambiar la sociedad.Y todo el mundo sufre ese proceso. Hay que quitar hierro a la creencia de que la adolescencia es horrible para un niño adoptado. En ellos puede resultar una etapa más intensa porque traen su mochila, sus propias vivencias, y se dan cuenta de que no se parecen a sus padres. Igual que los demás, se cuestionan todo. Por eso, resulta primordial la relación con su familia, que el niño se sienta un hijo querido, y que tenga una información veraz a lo largo de los años», sostiene Ruiz.

Las jornadas que tendrán lugar esta tarde en Madrid contarán con las intervenciones de Salomé Adroher, directora general de Servicios para la Familia y la Infancia del Ministerio de Sanidad; Miguel Ángel Jiménez, director-gerente del Instituto Madrileño de la Familia y el Menor, y Pedro Núñez Morgades, presidente de Addai y ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.

«Hay que quitar hierro a la creencia de que la adolescencia es peor para un niño adoptado»

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