Los volantes
Sería injusto adjudicarle alguna nacionalidad a los volantes que no fuese la española, ya que ha sido nuestro guardarropa el que ha catapultado su uso en todo el mundo
Es cierto que los volantes en la ropa comenzaron a existir en el Antiguo Egipto, ya que los egipcios/egipcias remataban sus largas faldas con una suerte de volante final. Pero sería injusto adjudicarle alguna nacionalidad a los volantes que no fuese la española, ya que ha sido nuestro guardarropa el que ha catapultado su uso en todo el mundo.
Si bien el desfile de vestidos «egipcios» de Galliano para Dior en 2004 mostraba atuendos con un gran volante final, poco favorecedor por cierto, han sido los modelos inspirados en la Carmen de Bizet, en las cigarreras de Sevilla y en las gitanas andaluzas los que han triunfado en el mundo. La influencia de los vestidos de grandes volantes panameños y mexicanos, no hizo más que enfatizar un estilo que ya era frecuente entre las mujeres presentes en las ferias de ganado en la Andalucía del siglo XVIII.
Los volantes incluso llegaron a la moda europea de mediados del siglo XIX, añadiéndose a miriñaques y grandes faldas. Los cuadros de Zuloaga retratando en 1921 a María del Rosario de Silva y Gurtubay, duquesa de Alba, madre de la desaparecida Cayetana, o a Marcelle, una bailarina, tumbada en un diván, son reflejo de una moda que dominó el estilo de varias décadas.
Desde hace un par de años, el volante ha subido enteros protagonizando de nuevo las colecciones más brillantes de la alta moda. Los vestidos de Valentino y Giambattista Valli están cuajados de deliciosos volantes nunca vistos desde la película de Sissi. Los escotes de Lanvin y los exquisitos modelos de Oscar de la Renta, han recuperado también los volantes de antaño. Y las camisas con chorreras o las mangas con volantes reinan en las colecciones de Silvia Tcherassi, Johanna Ortiz o Roksanda Ilincic, esta última una de las favoritas de Melania Trump, Máxima de Holanda o Kate Middleton.