Loewe, del caftán al esmoquin
La colección de hombre primavera-verano 2020 se presentó ayer en París con una intemporal colección de accesorios
En el auditorio de la Casa de la Unesco en París tuvo ayer lugar el desfile de Loewe Primavera Verano Hombre 2020. Un espacio limpio con techos altos que replicaban figuras geométricas acogió a la pasarela y a grandes monitores que proyectaban obras de Hilary Lloyd , una artista experimental residente Londres.
Jonathan Anderson , director creativo de Loewe, entabló un dialogo entre la obra de Lloyd y las prendas presentadas, con siluetas alargadas, lineas puras y juegos de texturas variopintas combinadas. La obra de Lloyd incluye piezas realizadas durante la década que fue del 2008 al 2017. En ella, la autora explora el mundo natural y artificial, captando sencillos rituales de la vida diaria. Muchas de sus piezas tienen un componente erótico y en otras se percibe la presencia de un evidente marco arquitectónico.
Se presentaron prendas extremadamente variopintas que dejaron claro que la creatividad de J. W. Anderson es quasi infinita, retomando imágenes, telas, texturas y colores de prendas y uniformes del día a día. Los temas náuticos incluían camisas de marinero, prendas de rayas azules y petos de lino azul vaquero, camisetas sin mangas y bolsos en forma de petate. Se utilizaron materiales naturales provenientes de varios países lejanos, como el algodón rojo y blanco bordado de Bangladés o la tela índigo teñida a mano de Burkina Faso.
Entre las piezas más simbólicas y deliciosas se encontraba una serie de caftanes de aire norteafricano con solapa partida y un colorido veraniego, entre los cuales destacamos aquellos hechos en ante oro. Las túnicas en ocasiones se combinaron con pantalones pata de elefante XXL que bien arrastraban por el suelo o bien se recogían en el tobillo con una cinta, un estilismo presentado para la colección masculina de ayer que hubiera podido ser una estelar aportación a un desfile para mujer.
La selección de conjuntos de estilo « Kurta Pajama », en lino y algodón de colores suaves, abrió un desfile que se cerró con abrigos de corte gabardina en denim y ante, de una sencillez solo equiparable a su belleza. El esmoquin en lana y unos blazers atípicos combinados de modo curioso, pusieron el punto más vestido.
Los accesorios fueron estrictos pero innovadores: colgantes con forma de luna, broches de plumas de marabú, mocasines de paja o sandalias de ante. Pero quizás, si hay piezas que se convirtieron en verdaderos objetos de deseo -además de túnicas y caftanes- fueron los bolsos , que aunque presentados en la semana de la moda de hombre, serían igualmente exitosos en un desfile de mujer: se alternaron bolsos en tamaño XXL -como la versión del Puzzle y la del Berlingo- con nuevas piezas como la mochila «Shopper Backpack» en ante y los bolsos de anchas bandas cruzadas de vaquetilla natural, todo un homenaje a la herencia de una casa que sabe trabajar la piel y que conserva los rasgos de artesanía desde sus orígenes.
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