Marinella, las corbatas de los jefes de Estado

Un napolitano ha recorrido el mundo con un maletín repleto de originales sedas

Marinella, las corbatas de los jefes de Estado marinella

maría luisa funes

Hace ya cien años que Eugenio Marinella decidió llevar la elegancia británica al paseo principal de Nápoles, abriendo una pequeña tienda frente al mar. A mitad de camino entre el Pozzuoli nativo de Sofía Loren y el antiguo pueblo de Herculano, enterrado por las cenizas del Vesubio, su tienda de Nápoles posa tranquila frente al puerto de Chiaia.

Por su pequeño local de 20 metros comenzó a pasar lo más granado de la sociedad local. Eugenio buscó las mejores sedas directamente en Inglaterra, eligiendo e ideando dibujos exclusivos para sus colecciones. Inicialmente montó dos talleres, uno para camisas, su negocio principal, y otro para corbatas, que acabaría siendo su negocio más fructífero. Con la ayuda de los mejores patronistas y cortadores franceses forma a sus equipos en un corte impecable para camisas y adopta la clásica corbata de siete pliegues, santo y seña de la casa desde entonces.

Nobleza y burguesía circularon por su tienda antes y después de las dos guerras mundiales. En los años 50, Marinella, ayudado por su hijo Luigi, se especializa en el mundo de las corbatas, en el que difícilmente alguien le hará sombra. Luchino Visconti se convierte en cliente habitual, Onassis se las compra por docenas –aunque siempre negras-, Gianni Agnelli se procura su propia colección e incluso John F. Kennedy acaba por recibirlas como regalo. Poco a poco, la tienda de Marinella se convierte en lugar de visita obligada para políticos, actores o empresarios que pasan por la ciudad. Sus clásicos hojaldres con café y su libro de firmas se convierten en tradición. Décadas más tarde, Maurizio Marinella, sobrino de Luigi y nieto de Eugenio, retoma la casa, combinando el savoir faire con una privilegiada capacidad para las relaciones públicas.

Un regalo presidencial

Durante los años 80 y 90, se dan varias circunstancias que facilitan su expansión al extranjero. La amistad personal de la familia con Francesco Cossiga, presidente de la República de origen sardo, le lleva a utilizar las corbatas de Marinella como regalo a los distintos mandatarios a los que visita a través del mundo. Es así como George Bush padre, Mitterrand, Helmut Kohl, el Príncipe Carlos de Inglaterra o el Emperador de Japón se hacen clientes de la casa.

Además, la organización de una reunión del G7 en Nápoles en 1994 acerca a lo más granado de la política mundial a la tienda. Los organizadores, sin saber muy bien qué souvenir regalar a los asistentes, se deciden por ofrecer un set de seis corbatas de Marinella a cada jefe de Estado y miembro del séquito. Es así como Maurizio comienza a decantarse por una especie de venta «ambulante» del mejor nivel, alrededor del mundo. Con varias corbatas en mano y un maletín cargado de muestras de sedas de originales dibujos y colores, visita las principales ciudades del mundo recibiendo encargos en los mejores hoteles y tiendas e incluso en clubs particulares.

Poco a poco, su red de clientes, satisfecha por la calidad extrema y la exclusividad de los tejidos y dibujos, se va ampliando. El Rey Emérito Don Juan Carlos, el Príncipe Alberto de Mónaco, Bill Clinton, Silvio Berlusconi y el resto de los presidentes italianos han sido clientes de Marinella en mayor o menor medida. Nicolás Sarkozy e incluso Daniel Craig utilizan sus creaciones.

A la corbata de los siete pliegues se le unió la de nueve pliegues. Ambas carentes de forro tienen un gran empaque pero una enorme ligereza. La casa propone variedad de corbatas ya listas, pero su gran baza sigue siendo el «su misura», decidiendo corte, medidas, tejido y dibujo enteramente al gusto del cliente. Todas sus corbatas se siguen realizando a mano en sus dos talleres y los modelos a medida se entregan cuatro semanas después del pedido. De las corbatas de nueve pliegues, solo se realizan dos unidades por tipo de dibujo, de modo que no coincidan nunca dos señores en una reunión o cena con la misma.

Varias veces tentados en formar parte de algún gran grupo de moda, Marinelli ha rechazado las propuestas a favor de mantener su independencia y de hacer historia en su Nápoles natal. De no poder visitar su histórica tienda de Nápoles, se pueden encontrar sus corbatas en los establecimientos de Milán, Londres, Lugano, Tokio y Hong Kong. También mantienen sus curiosos puntos de venta en los hoteles Dorchester de Londres y Georges V de París. En España, se encuentran disponibles en las tiendas Yusty y Santa Eulalia.

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