SEMANA DE LA ALTA COSTURA DE PARÍS

La elegancia atrevida de Azzaro cierra la pasarela

Brillante, luminoso y fiel al estilo de su fundador, Azzaro destaca en un día de réplicas sin fin

La elegancia atrevida de Azzaro cierra la pasarela Gio Staiano

maría luisa funes

Loris Azzaro nació y vivió varias décadas en Túnez. Allí se aficionó a la luz, los tejidos vaporosos, el blanco, el negro, los ricos bordados y los accesorios, que siempre le llamaron la atención. Cuando comenzó en la alta costura de París en 1968, reflejó todos estos elementos en sus colecciones.

Arnaud Maillard y Alvaro Castejón, los actuales creadores de Azzaro, han retomado las premisas de su fundador con todas las consecuencias. En un curioso espacio de la rue de l’École de Medecine, junto a la Sorbona, han desfilado con una elegancia atrevida. Se han declinado a la perfección los elementos que Loris Azzaro popularizó y que convirtieron a Marisa Berenson, Romy Schneider o Raquel Welch en clientas leales del creador tunecino.

Arnaud Maillard y Alvaro Castejón, formaron parte de los equipos de Karl Lagerfeld, entre otros famosos costureros, hasta que en 2009, ambos crean Alvarno. Su primera tienda, en la calle Hermosilla número 34 de Madrid, abrirá en pocos días. Pero su proyecto conjunto en Azzaro supone el gran desafío de dar vida a una gran estrella desdibujada por el tiempo.

Tanto los creadores como los propietarios de Azzaro, la familia Reig, respetan el estilo original de Loris y su gusto por las piezas cargadas de luz, las siluetas marcadas, los vestidos favorecedores y el estilo «estrella de Hollywood . Se trata de un discreto atrevimiento, de una sucesión de modelos espectaculares y a la vez intemporales.

El desfile comenzó con vestidos y pantalones acompañados de maravillosas capas blancas de grandes dimensiones con capucha y corte tunecino, en un ligero tejido que las dejaba volar. Primer toque arabizante. Los dibujos geométricos con ondas, alternados con franjas transparentes, bien podrían haber replicado un muro de azulejos tunecinos. El blanco, el negro y el dorado, se repiten con profusión. Los vestidos ceñidos en tela blanca semi transparente, llevan apliques dorados en lamé, dibujando soles, líneas y flores. El resultado es sobrio y atrevido a la vez. Con un guiño a la luz de África, los vestido amarillos causan un efecto cegador. Las grandes túnicas negras, nos transportan a un mundo pasado de kasbahs y chilabas.

Las capas salen de los hombros, en telas fluidas, cayendo en dos hojas separadas a ambos lados de la espalda. Finalmente, la novia, vestida de blanco, marca territorio al llevar pantalones, tejidos drapeados, bordados y una gran capa magrebí que recuerda el origen de una casa de inspiración mediterránea.

La elegancia atrevida de Azzaro cierra la pasarela

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