La vida a precio de saldo del millonario Ingvar Kamprad, el fundador de Ikea
Vestía ropa de segunda mano de mercadillo, se cortaba el pelo en los países menos desarrollados y compraba comida a punto de caducar
Comenzó vendiendo réplicas de la mesa de cocina de su tío cuando apenas tenía 17 años, aunque con cinco ya distribuía cerillas en los alrededores de la granja donde creció, en la provincia sueca de Småland. Su pasión le llevó a construir un auténtico imperio de más de 300 tiendas repartidas por todo el mundo. Ingvar Kamprad , fallecido a los 91 años la pasada semana, fue un revolucionario de su época y uno de los últimos millonarios hechos a sí mismos.
El fundador de Ikea , nacido en el seno de una familia humilde, no solía permitirse lujos ni gastos innncesarios, más bien todo lo contrario: vivía como un trabajador de clase media en su sencilla casa de Småland, rodeado de lo básico, excepto por una piscina donde antaño formalizaba contratos con otros empresarios.
El dinero no le importaba, salvo para ahorrarlo. Así consiguió amansar su fortuna, estimada en 47.200 millones , según «Bloomberg». Era tan tacaño que, pese a su riqueza, se compraba la ropa de segunda mano en un mercadillo y viajaba con los descuentos que ofrecen a la tercera edad. Ni que decir tiene que jamas voló en primera clase ni se hospedó en hoteles caros.
«Normalmente me corto el pelo cuando voy a un país menos desarrollado. La última vez lo hice en Vietnam», contó en una ocasión al diario «Sydsvenskan» mientras se quejaba de que una vez le cobraron en Holanda 22 euros. Tampoco se colmaba de caprichos en cuestión de llenar el estómago, más bien todo lo contrario. Era sabido que no le importaba comprar productos a punto de caducar . Una austeridad que vino marcada por su infancia en la Suecia rural y cuyos valores trasmitió a todos sus empleados. En lo único que se excedió a lo largo de su vida fue en el gusto por el alcohol , un vicio que nunca ocultó y por el que se tuvo que someter varias veces a tratamientos depurativos.
El mayor error de su vida
Su coqueteo con el alcohol no fue lo más oscuro en su biografía. De joven simpatizó con el partido nazi, algo que mamó de su abuela, que sentía adoración por Hitler . Un pasado que le llevó incluso a pedir perdón a sus empleados, calificándolo como el «el mayor error de mi vida».
Noticias relacionadas