La vida de Pablo Casado de puertas para adentro
Casado se considera, ante todo, un padre de familia. Reconoce que compaginar el trabajo y la vida privada es complicado
Vive el presente sin hacer planes de futuro. A Pablo Casado (Palencia, 1981) solo se le borra la sonrisa cuando recuerda el nacimiento de su segundo hijo: «Fue un bebé prematuro y estuvo muy malito. Aquel fue el momento más difícil de mi vida, pero nunca dudé que saldría adelante. Es una bofetada de realidad tan grande, que no se lo deseo a nadie. Al final te quedas con lo que importa en la vida y no vuelves a quejarte por nada que no lo sea de verdad. Admiro profundamente a mi hijo. Me ha enseñado más a mí, a su corta edad, que yo a él», contaba para ABC durante una entrevista en noviembre de 2015.
El entonces vicesecretario de Comunicación del PP explicó que empezaba la jornada llevando a su hija al colegio; después, dirigía sus pasos hacia la calle Génova, en Madrid. «Trabajo muchas horas, pero por la noche llego feliz a casa porque hago lo que me gusta». Menciona constantemente a su mujer, Isabel Torres Orts , de la que está muy enamorado: «Es una gran madre, una mujer estupenda, se apunta a un bombardeo . Admiro su capacidad de adaptación y su templanza», aseguraba.
Casado se considera, ante todo, un padre de familia . Reconoce que compaginar el trabajo y la vida privada es complicado, pero dividiendo las tareas se consigue: «En casa yo soy quien se encarga del bricolaje, porque no se me da bien cocinar». Le gusta leer y, cuando puede, se escapa al cine.
Escucha todo tipo de música. En su coche encontramos desde grupos de los 80 a música española, pasando por clásica o bandas como Coldplay. Es partidario del aprendizaje continuo y, por encima de todo, valora la humildad. No cree en las verdades absolutas e intenta regresar a su punto de partida siempre que puede, Palencia, junto a sus padres y hermanos. « Somos una familia muy unida . La relación con mis padres ha sido excepcional». Pablo pasó por el conservatorio, donde tocaba la guitarra y el violonchelo, y lo abandonó tras hacer «un trato con mi madre. Le prometí que estudiaría otro idioma». Su infancia la recuerda en el campo y si tuviera que quedarse con un olor, sería el de pino.
En aquel año, en el que Mariano Rajoy ejercía como presidente del Gobierno, si los compromisos se lo permitían, solía irse de cañas con él, a tomar callos; y con Inés Arrimadas compartía la elección de un compañero para tapear: Mario Vargas Llosa . Jamás se imaginaría lo que le esperaba dos años y medio, más aún si aseguraba resistirse a hacer planes de futuro . Sin embargo siempre reconoció tener una obsesión: estar preparado para que nada le pille desprevenido.
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