El verano de mi vida
Víctor Clavijo: «Mi mejor verano fue en 1993, cuando llegué a Madrid para cambiar de vida»
Recuerda el verano en el que decidió retomar su «antiguo sueño» de ser actor
Durante las jornadas más duras del confinamiento, la pasada primavera, el actor y fotógrafo Víctor Clavijo , desde su atalaya de Twitter, animó al respetable recitando temas tan variopintos como «Aserejé», «Gasolina», «Salchipapa» o el mismísimo hit «Toa toa», de Jesulín de Ubrique, dándole el mismo tono que lo haría con unos versos de Lope de Vega o del propio Calderón. Este estilo tan peculiar, a la ahora de recitar, le han convertido en todo un fenómeno en las redes sociales, donde, como este algecireño asegura con su habitual sentido del humor, «he creado un monstruo».
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En la memoria más reciente, su personaje de Francisco de Borja en «Carlos Rey Emperador» o ese Lope de Vega ligón y mujeriego de «El Ministerio del Tiempo» son solo dos apuntes de una carrera interpretativa que dio sus primeros pasos televisivos en «El Súper» o «Al salir de clase». Después, «Gran Reserva» o «Amar es para siempre». Su trabajo más reciente para el medio -un rostro, una voz y una cámara- han sido los mimbres de «Diarios de cuarentena»: Víctor Clavijo y su compañera de vida, Montse Plá, forman una de las parejas protagonistas de esta serie de La 1. En cine, su último trabajo ha sido «El pacto de los estudiantes». Pero nuestro protagonista tiene otra faceta oculta que no es otra que la de pianista: seis años en el conservatorio, aunque no acabó la carrera.
En el momento de preguntarle «¿cuál fue el verano de su vida?», asegura que -al contrario de lo que hace la gente en estas fechas- «el mío fue aquél sin playas ni piscinas, pero cargado de futuro, en el que decidí cambiar mi vida». Y añade: «Arrancaba aquel verano de 1993 enfrentando los exámenes finales de Derecho en Granada. Me dejaba llevar en una carrera que no significaba nada para mí. En mi proyección de futuro, la nada». En su cabeza tenía el bullebulle de querer ser actor, aunque comenta que «hacía unos años había abandonado ese sueño, pero acudí a un pequeño teatro de la ciudad invitado por un amigo a ver una obra de Bukowsky protagonizada por el gran Juan Diego». Tras verlo actuar, salió del teatro decidido a abandonar la carrera y, como el mismo confiesa, « r etomar mi viejo sueño . Fue un verano de idas y venidas a Madrid para informarme sobre escuelas y explorar la ciudad. Un verano de preparación para el salto mortal que iba a dar».
Nuevo en la ciudad
Recuerda que «en mi primera incursión por la ciudad, recién desembarcado en Atocha, vi el rodaje de un anuncio. Me acerqué mochila en mano, para preguntar si necesitaban actores... me mandaron a paseo». No se amilanó por la respuesta, ya que « terminaba el verano ingresando en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid . Había cambiado la nada por algo aún más incierto, pero cargado de sentido y de futuro».
Y la anécdota de la foto que ilustra su testimonio: «Una vez que ingresé en la RESAD le dije a mis padres que cursaría al mismo tiempo una carrera “seria”. Me matriculé en la Complutense, les enseñé el carnet y nunca aparecí por clase. Esta foto era mi coartada para que me dejasen estudiar Arte Dramático.