Valdecañas, el complicado horizonte judicial del paraíso VIP extremeño
Un informe pericial de la Estación Biológica de Doñana sostiene que el lujoso complejo cacereño debe derribarse
A poco más de 150 kilómetros de Madrid, entre los términos municipales de El Gordo y Berrocalejo, en Cáceres, la jet española halló un oasis de paz y desconexión, alejado de miradas indiscretas . Un enclave para liberar tensión a golpe de swing y tomar el aperitivo con vistas a la Sierra de Gredos. Un pequeño paraíso sin necesidad de embarcarse en un avión o conducir más de hora y media. En 2005, se construía un espectacular complejo sobre la única isla artificial en España, la Isla de Valdecañas . Una urbanización de 133 hectáreas, sobre un pantano, en la que se levantaron 180 villas, un campo de golf de 18 hoyos, un hotel de cuatro estrellas, o una base náutica con 76 atraques, además de playa artificial, senderos peatonales o un club deportivo. Un complejo comercializado por Beltrán Gómez-Acebo , sobrino de Don Juan Carlos, y Jaime López Ibor , nieto del psiquiatra Juan José López-Ibor y sobrino del empresario Alberto Alcocer, a través de la inmobiliaria Vertical Real Estate. En seguida captaron la atención de altos directivos de los principales bancos y empresas del país, cantantes como Carlos Baute o familiares de expresidentes del Gobierno, como José María Aznar Jr . que compraron casa allí, al igual que el propio Beltrán que también se convirtió en propietario.
Nadie sabe si a la Isla de Valdecañas le quedan los meses contados para que entren las excavadoras o si aguantará en pie, tras largos años de disputas entre los ecologistas, la Junta de Extremadura y los propietarios de las viviendas. Un informe de la Estación Biológica de Doñana –adscrito al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)– y solicitado por el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, asegura que mantener las actuales instalaciones de Marina Isla de Valdecañas es cien veces más perjudicial que demolerlo . El documento ha tardado más de tres años y medio en redactarse, cuenta con casi 1.200 páginas, pero ha sido demoledor.
« Qué va a pasar con el futuro de Valdecañas es bastante imprevisible y hablar de ello entraría dentro de las profecías» . Así se pronuncia Luis Díaz-Ambrona, el abogado extremeño que defiende los intereses de las tres asociaciones del complejo turístico de la Isla de Valdecañas. «El informe no tiene efecto vinculante . Es una prueba más del expediente. El Tribunal nos ha dado un plazo hasta el 15 de marzo para presentar las alegaciones y comentarios sobre el informe. En mi impresión, es bastante tendencioso y muy poco objetivo . La Isla de Valdecañas no tenía ningún valor medioambiental. Era un terreno que había estado sometido a una reforestación de eucalipto, pensando en un proyecto de una planta de celulosa que se iba a construir en Navalmoral de la Mata, que al final no salió adelante. El eucaliptal fue talado, pero se produjo una regeneración», añade en declaraciones a ABC.
Desde la Junta de Extremadura mantienen la cautela. «En estos momentos se está analizando el informe del CSIC para determinar si solicita aclaraciones del mismo o presenta alegaciones. Por lo tanto, es aconsejable no hacer valoraciones al respecto», declaran desde su equipo de comunicación. En la misma línea prudente se muestra Andrea Pascual, la mujer de Beltrán Gómez Acebo, quien a menudo refleja en su Instagram sus escapadas a Valdecañas. «Prefiero no hablar y no pronunciarme porque no he leído el informe», responde a ABC de forma educada.
35 millones de euros
Cuestiones medioambientales al margen, el impacto económico que tendría la demolición de Valdecañas ha sido cifrado por la Junta de Extremadura en 35 millones de euros , a lo que habría que añadir las indemnizaciones a los afectados y también la empresa promotora porque el proyecto se llevó a cabo con todas las licencias y permisos necesarios.
Aunque el fantasma de la demolición planea desde hace años, la actividad continúa en Valdecañas. El trasiego de carritos de golf es incesante y sus moradores hacen vida normal, tratando de estar ajenos al ruido mediático y a su incierto futuro.
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