Las tres muertes del «intocable» de la heroína neoyorquina
El narcotraficante Nicky Barnes falleció en 2012, víctima de un cáncer, pero su deceso se ha conocido ahora
La primera vez que murió Nicky Barnes fue en 1998. El que fuera el rey de la heroína en Harlem en los sesenta y setenta, llevado al cine en «American Gangster», salía de la cárcel como testigo protegido . Después de dos décadas entre rejas, delató a sus socios para conseguir la libertad. Pero tuvo que enterrar su nombre y su vida, y el que fuera el señor del hampa se diluyó en una vida gris , de apartamento modesto y coche usado, en algún lugar de la América profunda.
Su segunda muerte, la real, fue en 2012. No se lo llevó por delante un tiroteo con la policía, un ajuste de cuentas o un accidente en una huida imposible. Fue una muerte dolorosa y convencional , de cáncer, a una edad a la que los gángsters no suelen llegar, casi ochenta años.
Su muerte para el público ha sido ahora. Apenas se sabía nada de él desde que desapareció como testigo protegido. Pero, el pasado 30 de mayo, uno de sus enemigos en las guerras de la heroína neoyorquina en los setenta, Frank Lucas , murió en Nueva Jersey, a los 88 años. Lucas es el protagonista de «American Gangster», interpretado por Denzel Washington (Cuba Gooding Jr. hacía el papel de Barnes). La noticia despertó otra pregunta: ¿qué pasó con Nicky Barnes?
La respuesta la encontró «The New York Times». Una de las hijas de Barnes y uno de los fiscales con los que jugó al gato y al ratón confirmaron su fallecimiento.
Cuando Barnes mandaba en las calles de Harlem y del Bronx, nadie podría haber pensado que su muerte fuera anónima. Era un traficante cómodo en el exceso -su armario de abrigos, trajes y zapatos era legendario por profundo y excéntrico- y que se creía tocado con un manto de invulnerabilidad. Tanto, que se dio el lujo de conceder una entrevista al suplemento dominical de «The New York Times», que le dedicó la portada. En ella aparece Barnes con un traje de tela vaquera, gafas ahumada, corbata multicolor y gesto chulesco. La portada le califica como «Mister untouchable« (Don intocable) y le describe como «el mayor traficante de Harlem».
El atrevimiento, en plena expansión de la heroína en las calles de EE.UU., llegó hasta la Casa Blanca. Jimmy Carter, entonces presidente, pidió su cabeza. Poco después fue juzgado y condenado a cadena perpetua.
Para entonces, ya tenía la categoría de mito en las calles de Harlem, donde había nacido. Antes de cumplir diez años ya le habían detenido por robos. Enganchado al caballo desde la adolescencia, logró sacarse la adicción a la droga, pero no al dinero que mueve. Montó «el imperio de la droga más grande, más rentable y más corrupto de Nueva York», recuerda ahora uno de los fiscales que le combatió. En realidad, su figura fue mayor a la de Lucas, aunque este, impulsado por leyendas como que se traía la heroína del Sudeste Asiático en ataúdes de soldados estadounidenses, se llevó el protagonismo en «American Gangster».
Cuando la película llegó a las cines, en 2007, le dolió que el protagonismo se lo llevara Lucas. Aunque para él, su yo gangsteril había dejado de existir, como confesó en unas raras declaraciones al rotativo neoyorquino ese mismo año. «Nicky Barnes ya no está aquí», dijo. «Lo he dejado atrás». Ahora sabemos que ha muerto de verdad.
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