La trágica historia de la última reina de Madagascar

La monarca, que con poco más de 20 años quedó viuda, fue obligada a casarse con un anciano primer ministro que fue a su vez esposo de dos reinas anteriores

Ivannia Salazar

En 1897, la reina Ranavalona III , última reina de la dinastía Merina y última soberana de Madagascar, fue depuesta por los franceses y obligada a exiliarse junto a su tía y otros miembros de la familia real. Primero estuvo en la Isla Reunión y después en Argelia, donde finalmente murió en 1917. Nacida el 22 de noviembre de 1861, la princesa Razafindrahety se convirtió en soberana con tan solo 22 años tras la muerte de la reina Ranavalona II, pero en 1895 los colonos y soldados franceses tomaron el control de la capital y un año después Madagascar fue proclamada colonia francesa. Los reyes y reinas de Merina que gobernaron Madagascar en el siglo XIX eran descendientes de una larga dinastía real, la Hova, que acabó con la caída en desgracia de Ranavalona III, cuya historia ha sido plasmada en varios libros. Su imagen contrasta con la de Ranavalona I, que durante 33 años impuso un reinado de terror en la isla más grande de África, echando además a los ingleses, con quienes su predecesor había llegado a importantes acuerdos que modernizaron la región.

El país, que se independizó en junio de 1960 para convertirse en la República de Madagascar, tiene muy presente el legado de sus antepasados pero recuerda con especial afecto a su última y joven reina. Su nombre vuelve a estar de actualidad, después de que se conociera que un fastuoso vestido y otros enseres personales serán subastados tras haber aparecido por casualidad en el ático de una vivienda en Guildford, Surrey (Inglaterra). Según desveló el periódico The Guardian, fue una descendiente de Clara Herbert, quien trabajó para la familia real de Madagascar desde la década de 1890 hasta la de 1920, quien encontró los recuerdos, entre los que se encuentra una caja con fotografías, postales, e incluso recibos y un vestido de raso y terciopelo que perteneció a la tía de Ranavalona, Ramisindrazana. La monarca, que con poco más de 20 años quedó viuda ya que su marido fue envenenado antes de acceder al trono, fue obligada a casarse con un anciano primer ministro que fue a su vez esposo de dos reinas anteriores. De hecho, aunque no hay pruebas que lo confirmen, ha sido señalado por expertos en historia como el presunto culpable de la muerte del heredero. En medio de su compleja situación personal y política, que empeoraría con la invasión de Francia, la joven soberana tuvo a una leal Clara Herbert como dama de compañía y persona de confianza durante muchos años.

Para la subastadora Kerry Taylor , de la casa del mismo nombre, la reconstrucción de la historia de la reina a partir de estos enseres «ha sido un trabajo de detective fascinante», y apuntó: «Creo que fue una mujer muy valiente. Era muy fuerte en la adversidad, tenía que sacar lo mejor de lo que la vida le traía». No es para menos: además de perder a su marido, «esta pobre niña tuvo que casarse con este horrible anciano», aseguró Taylor, que explicó como en las fotografías de la primera etapa de su exilio todos se ven «delgados y cansados”. Después de la isla Reunión fueron embarcados supuestamente rumbo a Francia, pero cuando les dijeron que en realidad iban hacia Argel, cuentan las crónicas que Ranavalona rompió a llorar, diciendo: «¿Quién está seguro del mañana? Ayer fui una reina. Hoy soy simplemente una mujer infeliz y con el corazón roto». No obstante, la experiencia no fue tan negativa. Tenía un gran vida social y era una celebridad en el lugar. La subastadora señala que las imágenes encontradas muestran que durante esta época «aumentó de peso, se ve saludable y hermosa. De verdad, se ve como una mujer completamente diferente».

Tras su muerte, su tía fue autorizada a mudarse a Francia junto a Herbert. La ayudante posteriormente se mudaría a Inglaterra, donde tantos años después han aparecido estos objetos. Taylor detalló que es «increíblemente raro encontrar alta costura del siglo XIX usada por mujeres negras» y «aún más raro encontrar una gran cantidad de documentos» como los que aparecieron en el ático.

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