Teresa Rivero defiende a sus hijos: «No son unos ladrones»
Tras la subasta de su casa de Somosaguas, la matriarca de los Ruiz-Mateos explica a ABC que sus descendientes varones están pagando por todo lo que hizo su marido
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Teresa Rivero veía esta semana cómo su casa de la madrileña urbanización de Somosaguas, donde vio crecer a sus trece hijos, era subastada por el banco BNP Paribas. El que fuera el cuartel general de la familia durante más de cuarenta años , y donde José María Ruiz-Mateos estableció las oficinas de Rumasa y Nueva Rumasa, se vendía tras dividirse en dos lotes: por un lado la casa, por 1,2 millones y por otro lado la parcela colindante, con un precio de salida de un millón de euros. «La casa llevaba hipotecada y embargada cuatro años», contó ayer la matriarca del clan a este periódico, quien se puso en contacto con ABC tras la entrevista publicada a su yerno Antonio Biondini , el marido de su hija Begoña. «No voy a permitir que diga que mis hijos son unos ladrones porque ellos no tienen la culpa de nada, seguían las directrices de su padre. Ellos están pagando ahora todo lo que hizo mi marido », puntualiza.
Rivero asegura que lo que dice Biondini « es una difamación constante » porque José María Ruiz-Mateos gestionó todo hasta sus últimos días: «Hasta que murió en 2015 siempre dijo que quien mandaba era él . Mis hijos nunca gestionaron Nueva Rumasa, ellos estaban a las órdenes de su padre y ninguno podía llevarle la contraria».
Sobre la trayectoria empresarial de Ruiz-Mateos está todo más que escrito. Creó Rumasa en 1961 , un holding empresarial que llegó a tener más de 700 empresas y una plantilla de 60.000 trabajadores. En 1983, a través de un Decreto Ley, el Estado expropió el grupo alegando impagos millonarios a Hacienda. « Aquello fue un expolio , le expropiaron Rumasa indignamente y fue muy injusto», recuerda Rivero. «No puedo decir nada malo de mi marido porque fue un empresario excepcional que trabajó todo el tiempo, pero no para enriquecerse, sino para que este mundo fuera mejor», añade.
«Mi marido perdió la cabeza»
Rivero considera que la quiebra de Rumasa supuso un varapalo enorme para él: « Era una persona muy buena y honesta , pero con la expropiación perdió la cabeza». Precisamente por eso, aunque «sus aspiraciones y su obsesión por dar trabajo a la gente siempre fueron buenas, en los últimos años se rodeó de gente que no era muy oportuna».
En 1986, creó Nueva Rumasa con la intención de reconstruir su imperio. Biondini decía ayer que sus seis hijos varones (Alfonso, Zoilo, José María, Pablo, Javier y Álvaro) fueron quienes manejaron los hilos de la empresa a partir de 2004 y «los artífices de la bancarrota fraudulenta». También dijo que sus cuñados habían conseguido la excusa que necesitaban. «Ahora pueden decir que, una vez subastada la casa, ya no tienen dinero para devolver las cantidades de los pagarés», aseguró Biondini. Rivero se lleva las manos a la cabeza: «La casa la subastó el banco porque nos la embargaron. La obsesión de mis hijos siempre ha sido devolver ese dinero a los acreedores, pero de momento es imposible».
Los Ruiz-Mateos han estado implicados en 22 procedimientos judiciales. «De la mitad han sido absueltos. Les está defendiendo un abogado que cree en ellos y lo está haciendo gratuitamente». Álvaro y Javier, los más pequeños, llevan tres años y diez meses en prisión . Para Rivero, como expresidenta del Rayo Vallecano, la Fiscalía de Madrid retiró una acusación contra ella (pedían 13 años y nueve meses de prisión) por delitos contra la Hacienda Pública. « Jamás vi ni un libro de cuentas del Rayo , todo eso lo llevaba mi marido».
El bastión de la familia
Rivero repasa su vida y dice que lo único que ha hecho ha sido dedicarse a sus hijos. ¿Nunca habló con su marido sobre sus problemas empresariales? «A José María no se le podía decir nada, y a mí no me pedía opinión porque me dedicaba a los niños . Era la clásica ama de casa que no entendía de negocios».
«No voy a defender a mi marido en todo, las cosas se hicieron mal porque él se confió y todo cayó con la crisis y vino la ruina . Me han quitado las casas de Madrid y del Puerto de Santa María y mis hijos están esperando a que les embarguen las suyas», afirma Rivero, quien asume que, a sus 83 años, le da igual «estar viviendo en un cuartito». «Pero mis hijos se han quedado sin nada», apostilla. Desde 2009, «cuando nos embargaron todo», sus hijos «sobreviven porque son muy buenos y tienen amigos que les ayudan». ¿Y cómo lleva toda esta situación? «Lo llevo porque está Dios que me ayuda y confío mucho en él. Y sin servicio y viviendo en una casa pequeñísima». Su principal objetivo es mantener a sus hijos y a sus otras seis hijas (Begoña, Patricia, Rocío, Nuria, Paloma y Almudena) unidos. «Mi hija Socorro -su primogénita, que falleció el pasado mes de enero-, era quien más nos reunía. Begoña es la única que se ha separado de la familia y no tiene relación con nadie. Todos hemos deseado que vuelva, pero ella no quiere».
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