El poeta de Chiquististán
Chiquito fue aparejando una voz propia mientras pescaba modos de Japón, y desparpajos de Cádiz, con lo que se hizo un poeta del exceso de torturar el lenguaje para bien
Tenía el rigor, casi extravagante, del notario, en la faena, y todo el diccionario de invención que levantó se le deshojaba también en la cháchara no de escenario. Chiquito fue aparejando una voz propia mientras pescaba modos de Japón , y desparpajos de Cádiz, con lo que se hizo un poeta del exceso de torturar el lenguaje para bien, que es lo que hacen, en efecto, los poetas, si lo son: fundan un idioma, refundan el idioma.
Él armó su mapa, que es Chiquitistán. Yo le conocí en «Tómbola», donde tenía podio fijo. Era más puntual que un ujier, y soltaba su número, cuando tocaba, con un nervioso brinco previo, más otro brinco, la palabra «jarl» , que no dice nada, pero lo dice todo. Era su modo de vitaminarse, de golpe, para su caminata de chistes que nunca lo son, porque el chiste tiene médula de tópico, y él practicaba el laboratorio de lo impredecible. Eso, más una personalidad que lo aupaba todo, unos días con camisa de camarero de Torremolinos, otros días con traje y corbata de ir a la boda de un concejal, a animar el guateque, a los postres. Vengo a decir que tenía talento, y hechizo.
En lo suyo se anudaba el oído para la jerga andaluza de calle, y una pupila de buscarse la vida en Tokyo. En la tele, cuando debutó, allá en el 1994, lo querían echar, porque daba la lámina de un jubilata. Fue el trueno de unos años felices en los que el Rey lo incorporó a su vocabulario, y Sabina lo celebraba como lo que es, un creador verbal. Tenía un representante de los que no trapichean, y una mujer, Pepita, que fue su amor para toda la vida, desde la adolescencia, casi. Si iban de viaje, Pepita reunía los cheques en el tirante del sujetador, no fueran a perderse, con el trote de las galas, y le acompañaba en todo como una madre que fuera una hermana que fuera una groupie. Se fue Pepita, y Chiquito murió a medias. Se llamaba Gregorio Sánchez , era un antiguo de sastrería al que van a dar un palacio en internet. Te convidaba a sardinas en su pueblo, hizo todos los tumbos del tablao, y está en la literatura sin haber tenido nunca una biblioteca. Un poeta con pradera propia.
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