Pasión por las costumbres patrias

Hace 17 años descubrió las playas españolas, el factor 50 de protección solar y la fruta de temporada. Al principio le chocaron nuestros horarios y la siesta

Castell Tamarit ABC

suzana curic

«Baja la ventanilla... hace demasiado calor...». Estábamos mi marido y yo camino de Tarragona , después de haber salido muy temprano de Madrid para evitar el fuerte calor del verano. Pero, tras cinco horas en el coche, estaba sudando como nunca creí que pudiera hacerlo, ya que el sol apretaba de lo lindo. En agosto, en Suecia, aparecían por estas mismas fechas las lluvias y el frío, adelantándose el otoño, y nosotros, dentro de nuestro vehículo, recorriendo aquellas carreteras cuyo asfalto parecía derretirse, soportábamos la temperatura de un implacable termómetro que marcaba más de 40 grados.

Era el año 2001, nos habíamos casado la anterior primavera, teníamos nuestro primer coche, un Ford Focus, claro está que sin aire acondicionado, puesto que no llegaban nuestros ahorros para tanto. Iba a ser mi primer verano en las playas españolas , en casa de mis suegros, y tenía muchas ganas de conocer lo que había vivido mi marido en su infancia y juventud. Nada más llegar, empezaron los descubrimientos de la cultura y hábitos de lo que iba a ser mi primer verano en España.

- ¡Ya estáis aquí! ¡Venga vamos a bajar a la playa!

Y yo sacando las cosas de mi maleta, mi toalla, mi crema de sol...

- Pero Suzana, ¿qué crema solar es esta, 15SPF? De eso nada, aquí hay que protegerse bien, si no te vas a quemar como una sueca. El sol del mediterráneo no es el sol de los países nórdicos . Toma esta de gran protección 50SPF.

Yo no la había visto nunca y estaba preocupada por saber si embadurnada con aquella verdadera plasta me iba a poner algo morena. Las horas pasaron en la playa, y me sentí algo mareada de tanto sol, sin sombrero y con ganas de llenar el estómago. Pregunté a mi marido cuándo se comía.

¡Las cuatro! En Suecia estarían preparándose ya para la cena. Un vendedor ambulante ofrecía fruta y tuve la oportunidad de probar mi primer melocotón, maduro, sabroso, del color del sol. Al probarlo se me caían las lágrimas de lo rico que estaba. A Suecia los melocotones llegaban siempre verdes, tan insulsos que no había forma de comérselos. De vuelta a casa, tomamos algo ligero y me entró una rara sensación, mezcla de cansancio y de sopor. Descubrí entonces algo inédito en Suecia, el milagroso invento de la siesta, un momento «sagrado» a media tarde para el reposo, tras las horas intensas de playa, acariciada con la brisa del mar .

La hora de la cena se retrasó hasta las once de la noche. Pensé que mis padres y mi hermano estarían ya metiéndose en la cama para dormir.

A la mañana siguiente, el desayuno también fue distinto, a base de café con leche, cruasanes y galletas. Añoré todo el verano la fibra de mi porridge de avena , mi pan integral con queso y pepino, que fueron sustituidos por l a mermelada de albaricoque.

Han pasado 17 años, y algunas cosas han cambiado. A mi suegra ya le encantan los zumos verdes , y tomamos pan integral para desayunar. En España, la avena ya se encuentra en cualquier supermercado. Mi crema solar de 50SPF no me la quita nadie, y bajo con sombrero y gafas todos los días a la playa. Me encantan las largas horas del verano empezando con el baño de la mañana. Comemos tarde, tomamos la mejor fruta del año, la sandía fresca, los melocotones, la siesta en la terraza con la brisa del mar es un instante de paz... y, sobre todo, disfruto de estos momentos con mis dos maravillosas hijas que son tan españolas como suecas.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación