ENTREVISTAS
Nuestros políticos, cuando nadie les ve
Compartimos un momento cotidiano con cuatro políticos pertenecientes al PP, Ciudadanos, PSOE y Podemos
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Pablo Casado: «Mi hijo me ha enseñado más a mí que yo a él»
Vive el presente sin hacer planes de futuro. A Pablo Casado (Palencia, 1981) sólo se le borra la sonrisa cuando recuerda el nacimiento de su segundo hijo: «Fue un bebé prematuro y estuvo muy malito. Aquel fue el momento más difícil de mi vida, pero nunca dudé que saldría adelante. Es una bofetada de realidad tan grande, que no se lo deseo a nadie. Al final te quedas con lo que importa en la vida y no vuelves a quejarte por nada que no lo sea de verdad. Admiro profundamente a mi hijo. Me ha enseñado más a mí, a su corta edad, que yo a él», cuenta.
El vicesecretario de Comunicación del PP empieza la jornada llevando a su hija al colegio; después, dirige sus pasos hacia la calle Génova, en Madrid. «Trabajo muchas horas, pero por la noche llego feliz a casa porque hago lo que me gusta». Menciona constantemente a su mujer, Isabel Torres Orts , de la que está muy enamorado: «Es una gran madre, una mujer estupenda, se apunta a un bombardeo. Admiro su capacidad de adaptación y su templanza».
Casado se considera, ante todo, un padre de familia. Reconoce que compaginar el trabajo y la vida privada es complicado, pero dividiendo las tareas se consigue: «En casa yo soy quien se encarga del bricolaje, porque no se me da bien cocinar». Le gusta leer y, cuando puede, se escapa al cine. «La última película que pude ver fue ''La isla mínima'', y me encantó».
Escucha todo tipo de música. En su coche encontramos desde grupos de los 80 a música española, pasando por clásica o bandas como Coldplay. Es partidario del aprendizaje continuo y, por encima de todo, valora la humildad. No cree en las verdades absolutas e intenta regresar a su punto de partida siempre que puede, Palencia, junto a sus padres y hermanos. «Somos una familia muy unida. La relación con mis padres ha sido excepcional». Pablo pasó por el conservatorio, donde tocaba la guitarra y el violonchelo, y lo abandonó tras hacer «un trato con mi madre. Le prometí que estudiaría otro idioma». Su infancia la recuerda en el campo y si tuviera que quedarse con un olor, sería el de pino.
Con Inés Arrimadas comparte la elección de un compañero para tapear: Mario Vargas Llosa . Aunque se resiste a hacer planes de futuro, reconoce una obsesión: estar preparado para que nada le pille desprevenido.
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Inés Arrimadas: «Me encanta cocinar, mi plato estrella son las albóndigas»
Su obsesión es no perder el tiempo. Le espanta la maldad gratuita y la gente que utiliza la vida personal como modo de ataque. Ella se ve a sí misma «práctica, positiva y buena persona»; a ella la ven como una de las políticas del momento. Inés Arrimadas (Jerez de la Frontera, 1981) tiene las ideas muy claras: «Siempre he luchado por cambiar las cosas, jamás tiro la toalla».
A pesar de su ajetreada existencia, la política gaditana, que se declara fan incondicional de su familia y sus amigos, intenta no perder las buenas costumbres: sus clases de salsa y sevillanas. Reconoce que echa de menos disponer de más tiempo libre, aunque le compensa su trabajo y saber que forma parte de un proceso de cambio para mejorar la vida de los demás.
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De los recuerdos de su infancia, destaca «el olor de la casa de mi abuela. Los olores son muy importantes para mí, son como viajar en el tiempo. Puedo reconocer a cualquier persona por su olor, aunque confieso que en mi caso sería difícil, porque no uso perfume. Me gusta mi olor corporal».
Inés habla de tú a tú, mirando a los ojos y segura de sí misma. Pero admite tener una asignatura pendiente: «Siempre desconcierto debido a mi timidez. Puedo hablar ante miles de personas, pero me cuesta si me sientas con un grupo reducido de desconocidos».
La diputada del Parlamento de Cataluña explica que si tuviera que elegir algún rincón para perderse, sería fácil de encontrar: «Podría estar en cualquier playa de Cádiz», asegura. Y pese a que la consideran como una de nuestras políticas más atractivas, insiste en que no cuida demasiado su imagen: «Soy muy práctica. No me paro cada mañana a pensar qué me pongo. No me gusta llamar la atención. Tampoco hago nada especial para cuidarme. El deporte ya forma parte de mi vida».
Le encanta llegar a casa y desconectar viendo la tele o cocinando. «Me gusta meterme en fogones y le aseguro que mis albóndigas siempre triunfan», dice. Tiene un vicio confesable, el queso, y le pierde el rock: «Si fuera una canción, sería cualquiera de Led Zeppelin . Me vengo arriba rapidísimo».
Admite que se llevaría de tapas al escritor Mario Vargas Llosa –«aunque no comparto todo lo que dice, es una persona muy interesante», cuenta– y valora enormemente a Hillary Clinton . Su mayor deseo es tener salud para ella y, si pudiera, para todos: «La salud es lo único que no está en nuestras manos».
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Micaela Navarro: «El trabajo me llena, no sé desconectar»
Mujer y madre tradicional y creyente, asegura que por los suyos se desvive. Micaela Navarro (Andújar, 1956) nació en un mar de olivos, un lugar donde regresa siempre que puede: «Ir a mi casa, estar con mi padre y recoger granadas en el huerto o arreglar mis flores... Eso me da la vida. Él es un hombre diez. A sus 80 años aún conduce su moto y se niega a abandonar las tareas que ha hecho a lo largo de su vida. Tiene una frase para cuando le insistimos en que baje el ritmo: ''Los sofás son mata-abuelos''. Él no piensa parar ni dejar de cultivar en el huerto sus cebollas, tomates, acelgas... Me fascina ver a mi padre con tanta energía».
Entusiasta por naturaleza, la presidenta del PSOE desde julio de 2014 se define como una persona «humilde, comprensiva y optimista». Recuerda sus orígenes con orgullo, cuando de niña empezó a trabajar en el campo para ayudar en casa. «Mi afán era ser una jornalera más, no podía ver cómo todos se iban y yo me quedaba», cuenta.
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Navarro es trabajadora desde siempre e hizo lo que todos hacían en su entorno: recoger la aceituna. De esas tareas sacó los medios para estudiar por la noche y, finalmente, acabar Puericultura . Toda una vida dedicada a su pueblo, encuentra sus momentos de calma junto a su familia, lo más importante en su vida. «No te diría que son imprescindibles, porque en este mundo nadie lo es. Pero mi madre murió hace seis años y me dejó un vacío tan grande, que aún me cuesta superar. Hay que vivir el presente con ganas e ilusión, y no resignarse jamás».
La política jiennense tenía una relación muy especial con su progenitora. Ella fue quien le inculcó los valores por la igualdad de derechos y por los que aún hoy sigue luchando. Además, no puede con la gente que olvida sus raíces y va de lo que no es. «En esta vida enseguida nos olvidamos de todo. Pero tarde o temprano el origen vuelve a uno».
Asegura Micaela que le cuesta desconectar del trabajo. «Al entrar en política, haces un compromiso vital. Nadie te obliga a estar aquí, es completamente vocacional». Sin embargo, también encuentra sus momentos de calma: « Mis nietos son mi motor , mi ilusión». Comprometida y vital, la militante socialista se declara fan del chocolate y del potaje de habas y berenjena que le enseño su madre. «Me gusta comer, claro que sí, y el cuchareteo como buena andaluza», sonríe divertida.
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Victoria Rosell: «Los "bien queda" no van conmigo»
La número uno de Podemos por Las Palmas de Gran Canaria se define como una mujer vital, honesta y comprometida. Sin embargo, lo que menos le gusta de sí misma es su propia impaciencia: «Me supera tener esa sensación, me gustaría poder relativizar más y que no me diera tanta rabia o me pusieran tan inquieta las injusticias».
Victoria Rosell está ilusionada con su presente y confiesa estar cómoda consigo misma y su entorno. Recuerda su infancia con nostalgia, llena de excursiones por el campo, al aire libre. La magistrada Rosell daría su vida por sus hijas y confiesa que su obsesión es combatir la estafa. El hecho histórico que más admira es el reconocimiento universal de los Derechos Humanos . Victoria imagina su vida, de aquí a diez años en el mismo camino, girando en torno a la justicia, aunque lo que más le apena es que ya será una madre que tenga que lidiar con la independencia de sus hijas: «Es lo que peor llevaré, que mis niñas se vayan de casa».
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Lo que más admira de una persona es la cualidad de ser bondadoso y no soporta a los cobardes. Además, añade que «desconfío enormemente de los que presumen de neutralidad. En esta vida hay que mojarse». Si la naturaleza le diera un don, le encantaría poder estar en varios lugares a la vez: «Sería la única forma de conciliar y llegar a todo», explica.
Le gustan las mariposas; tanto, que lleva tatuada una pequeñita. Y es fan reconocida de Leonard Cohen , así como de muchos cantautores españoles. Como ritual de belleza camina cuando puede y para mantenerse activa, pero poco más. «Solo uso protección solar como crema hidratante, por el hecho de vivir en Las Palmas», dice. En cuanto a su único «vicio sano», es tomarse una copita de vino tinto. Le entusiasma la comida japonesa.
No se considera una mujer religiosa. Cree en la vida después de la muerte como algo transcendental y no hay pregunta que le incomode más que las que cruzan el límite de lo público y lo privado: «Lo íntimo de una persona es de uno, jamás entendería que se hablara de mi vida sentimental».
Se pregunta continuamente qué está pasando con Europa. «No entiendo qué le pasa a mi querida Europa, la situación de los refugiados está removiendo asuntos pasados. No lo entiendo». Para finalizar, pide un deseo: « Que la solidaridad invada nuestro país ».