Más allá del fútbol

A Marcelo Vieira le han multado alguna vez por pasarse de reprís, Neymar ha sido protagonista de alguna página de desacatos, y Karim Benzema es un piloto de peligro

Ronaldinho en la cárcel de Paraguay REUTERS

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Fue Diego Armando Maradona el primer futbolista famoso más allá del fútbol, y en eso sigue . Y cuando decimos más allá queremos decir mucho más allá, porque Diego es el rey del fútbol de show, incluyendo la bronca alegre entre periodistas, o la trifulca de estruendo con la novia, en las deshoras de hotel. Diego ha sido el «10» de la magia mayor, pero también el Keith Richards de las canchas después de la cancha, el matón mejor de su propia gloria. No hubo otro, de pelotero, y no hay otro, después, luego de la pelota. Diego está en la copa de los futbolistas de una alineación de chicos malos o chicos rebeldes, de balas perdidas de un deporte donde a veces se derrapa en Ferrari, o cunden juergas sexuales que colindan con el delito. O que lo son, directamente.

Se agrega al clan de díscolos Ronaldinho , que fue un alegre de imaginación, en el Barça, y ahora cumple trena preventiva en Paraguay, junto a su hermano, hasta que se esclarezcan ciertos hechos vinculados a la falsedad documental. Ronaldinho siempre ejerció la samba de la desobediencia. Primero, con el regate mágico. Ahora, con el regate, no tan mágico, a la normativa de la vida misma.

Caen simpáticos

Una alineación de rebeldes del fútbol podría arrancar en Mario Balotelli , que se consagró como un poeta del conflicto, y acabar en René Higuita , aquel portero de exotismo que cumplió prisión durante seis meses, allá en 1993, señalado en la participación de la comisión del rescate de la hija de un empresario bajo vínculos con el narcotraficante Pablo Escobar . Esta titulación de bala perdida es una titulación abierta, y desigual, y por tanto algo injusta, quizá, y ahí lo mismo nos cabe un profesional del espíritu airado, como Zlatan Ibrahimovic , o Luis Suárez , incluso, que no caben otros casos, ya de gravedad, donde un futbolista se ha enfrentado a la Justicia.

Mario Balotelli RRSS

El bala perdida suele caer simpático, entre la afición, y acaso merece toda simpatía, pero si el bala perdida trepa a los titulares de las páginas de sucesos ya estamos hablando de otra cosa. Y de otro caso. Maradona es un tipo que a veces va y la lía, tirando de un gansterismo sonámbulo que no necesariamente es una pose. No milita en el elenco de santones que van de traje de opera a los cócteles de los balones de oro. En Polinesia, le rompió un vaso en la cabeza a una turista . En Croacia, se peleó con un peatón que le había aludido. Cuando jugó en Nápoles, hasta tuvo un hijo de italiana, en un encuentro efímero, que lleva su apellido, por resolución de ley, y tras el litigio correspondiente.

Rubén Semedo , defensa portugués, que jugó en el Villareal, reunió en algún momento varios delitos, desde la tenencia de armas al robo con violencia. Hasta se le acusó de homicidio en grado de tentativa, y cumplió prisión preventiva. Es un ejemplo bárbaro, entre las ovejas negras del fútbol, un caso más propio de la Champions de tribunales que del espectáculo del «tikitaka». Robinho , que fue delantero del Real Madrid, fue acusado, durante su posterior etapa italiana, por violación grupal. Samuel Eto’o siempre nos traía algún capítulo ameno de su ánimo contestatario.

Multas de tráfico

Los futbolistas que han sido pichichis de la bronca, durante el partido, suelen repercutir de leyenda, y luego hay otros que van de bólido por la vida, y le meten mucho pie al acelerador. Los brasileños no tienen una relación ejemplar con las leyes de circulación, porque suelen usar a ratos libertades de sambódromo. A Marcelo Vieira le han multado alguna vez por pasarse de reprís, Neymar ha sido protagonista de alguna página de desacatos, y Karim Benzema es un piloto de peligro. Diego, el pibe de oro, en su casa de Buenos Aires, a mediados de los noventa, se entretuvo en el deporte de intimidar a periodistas curiosones de la zona, usando un rifle de aire comprimido. Es el número uno. Podría decirse que en estadio fue un crack de lo imprevisible. Pero también fuera del estadio, donde cambió el balón por la bronca.

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