Lluís Llach y Madi: «Si se queda a dormir es para vigilar la casa»

Huyó a Senegal tras la declaración de independencia, con su joven sirviente negro

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Lluís Llach llegó en 2009 a Palmarin con la idea de pasar 15 días, pero el clima y los amigos que hizo le animaron a ampliar su estancia Twitter
Salvador Sostres

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Es llamativo que con la valentía que siempre Lluís Llach ha reclamado a los demás, tardara él tanto en «salir del armario» y a explicar que es homosexual. De un lado tiraba la piedra de exigir los derechos para los distintos y del otro escondió, hasta más o menos el año 2000 su concreta condición. También sorprende que gaste Llach un discurso tan duro contra España, acusándola de ser un Estado fascista y represor, cuando él ha podido vivir en plenitud y trabajar incluso durante el franquismo con gran éxito de público y ganando grandes sumas de dinero; y prefiera en cambio crear su fundación en Senegal (Palmarin) elogiando su estilo de vida y a su gente, cuando la homosexualidad está prohibida y castigada con las más severas penas. Pero lo que de un modo más sangrante corona su cinismo es que al día siguiente de la declaración de independencia del 27 de octubre de 2017, en la que tanto insistió -hasta reprocharle a Puigdemont que quisiera convocar elecciones- tomó un Vueling hacia Senegal para pasar una larga temporada en su finca africana, que se supone que es el centro de operaciones de su fundación. La residencia, en primera línea de mar, es en cualquier caso mucho más grande y confortable que la barcaza para pescadores que la fundación ha contribuido a costear, bautizada con el nombre de Yayoma, en traducción de Maremar, una de sus canciones más hermosas.

Llach ha sido toda su vida un especialista en sacarle partido a su gestualidad. Uno de extrema izquierda como él, tan crítico con el capitalismo y con el PP, tuvo domiciliada su fundación en el Madrid de Esperanza Aguirre porque le cobraban menos impuestos que en la Cataluña del tripartito de izquierdas que tanto defendió. Nadie le criticó su decisión empresarial, como nadie le critica que sea homosexual o independentista, pero sí que pretenda pasar por santurrón si son otros los que le pagan el precio.

En 2014, el periodista Albert Om le hizo un amplio reportaje de su vida africana, que se emitió en TV3 el 28 de septiembre de aquel año. En una de las secuencias, Llach escribía en su iMac desde su espectacular porche mirando a lo lejos como Madi , su joven, estilizado y sirviente negro lavaba al caballo. Era todo tan prepúbico que el narrador, voz en off, se vio en la obligación de recalcar que Madi era padre de familia y que «si se queda a dormir con Lluís es para vigilar la casa, porque por la noche viene la gente de Dakar a robar». Seguramente hay ladrones en Dakar que van a Palmarin a hacer lo suyo, pero una vez más, las imágenes decían una cosa y las palabras intentaban disimular la contraria.

Madi, en una imagen de un reportaje emitido en TV3 en 2014 TV3

No se puede decir, porque sería estúpido y sería falso, que la fundación Lluís Llach no preste ninguna ayuda en Palmarin. La presta. Y seguro que es agradable y hasta significativa para quienes la reciben. Pero Lluís Llach tiene mucho más dinero del que invierte y queda mucho mejor que el sacrificio que realmente hace, que es poco o ninguno. Del mismo modo, su compromiso político real, el que acabas demostrando cuando las cosas se ponen feas, quedó claro con su fuga tras haber forzado a Carles Puigdemont -no fue el único, claro- a declarar una independencia que el expresidente no quería.

Su reciente odio a España contrasta con lo que España le ha querido, con lo que España ha asistido a sus conciertos cada vez que presentaba un espectáculo nuevo -sus llenazos en Madrid eran dignos de ser vistos, y yo estaba-, tal como su forzado postureo anticapitalista, y abiertamente comunista durante años, contrasta claramente con su fortuna personal y su tren de vida. Pero él es Lluís Llach y ha sabido combinar su necesidad y su hipocresía, la proyección de su imagen pública con la vida que le gusta llevar, su carrera artística con su oportunismo político, porque siempre ha militado en la causa más rentable y sus recitales no se entenderían sin sus discursos entre canción y canción, siempre en la línea de la corrección política y tan alejado de sus finanzas . El negocio que con todo ello ha sabido hacer es el más boyante de la música catalana.

La única operación que le ha salido fallida es haber cambiado la música por la política. Cataluña, y toda España, han perdido a un autor notable para tener que soportar a un político mediocre, panfletario, sectario, increíblemente cobarde pero sobre todo indigno de su talento y de sus canciones bellísimas .

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