El largo adiós de Margit Ohlson, la sueca de Marbella

La viuda de Jaime de Mora y emblema de la jet set, falleció hace un mes tras años de retiro

Jaime de Mora y Aragón posa junto a su esposa, Margit, en la casa del matrimonio en la calle Zurbano de Madrid Archivo

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Ha muerto Margit Ohlson , viuda de Jaime de Mora y Aragón. Se apaga, con ella, la reliquia última, o penúltima, de la Marbella de oro, aquella Marbella de los 70 y de los 80, siempre bullente de ricos y golfos, que fue la competencia de la Costa Azul, pero con Puerto Banús en lo alto, y el mejor horario de deshoras del mundo. Margit ha muerto en silencio, y en retiro , justo en dirección contraria al carácter de estruendo del que fuera su marido exótico, Jaime , cuyo funeral fue un party de harleys, allá en el 95. Margit estuvo en la copa de la Marbella más festiva, que es como decir en la copa del guateque internacional. Era sueca silenciosa, de profesión modelo, y sostuvo con Jaime de Mora un matrimonio longevo, y de mucha foto.

Se casaron tres veces, y lo mismo procede aplicar a esta pareja el lema de Jaime, tan catedrático en boutades de sapiencia: « Divorciarse es un vicio de horteras ». Tuvieron varias crisis de mucho trueno, pero el matrimonio les resultó eterno. Cuentan los pocos que frecuentaron los años últimos de Margit que siempre llevó en el corazón la herida viva de la ausencia de Jaime, pero no fue mujer de quejarse, o lamentarse. Era sueca de Marbella, pero sueca. Un poco viuda de sí misma también quedó, al morir Jaime, porque Jaime era mucho Jaime.

El paraíso terrenal

Margit y Jaime se conocieron en 1961, en Roma. Margit estaba en la ciudad para asistir a la boda de su amiga Ingrid Gustafsson con un barón italiano. Ocurrió entonces una fiesta paralela, y ahí le presentaron a Jaime, que entonces rodaba una película, y al que acababan de titular como «el hombre del año». A Margit Jaime le pareció lo que era: un tipo simpático, pícaro, deslumbrador y divertidísimo. Al poco tiempo de aquel encuentro, se casaron en Montevideo. Luego vendría para los dos aquella Marbella ya extinta, que tenía calendario de algo parecido al paraíso terrenal, bajo la religión del «vive como quieras», que fue el lema de algunas juergas célebres de Jaime y Margit. Hablamos de una época de fino jolgorio donde tenían barra libre Sean Connery, Brooke Shields, Sofía de Habsburgo, Nati Abascal , Gunilla Von Bismarck o Manolo Santana , entre otras gentes no de garrafón. Cito por ambientar. Gunilla fue la melena desmelenada de aquella capital de la jet set, y Jaime de Mora era algo así como el alcalde de los excesos, una alcalde del loco firmamento nocturno que les echaba canciones a los turistas de visa, mientras él mismo tocaba el piano. A su lado, estaba Margit, hasta que de pronto ya no estaba, porque ella echaba a menudo el cierre a la noche antes que Jaime.

El longevo matrimonio (se casaron tres veces) en la fiesta por el 50 cumpleaños de Adnan Khashoggi, en 1985 Archivo

Jaime les llevaba a los jeques la agenda del champán, y les cambiaba petróleo por discotecas. Margit fue una consorte inolvidable, no sólo porque le seguía en condiciones la marcha a Jaime, sino porque fue mediadora en la refundación de las relaciones entre su propio marido y su hermana, Fabiola de los Belgas, «que trabajaba de Reina en el extranjero», según una gracia del propio Jaime. Fabiola y Jaime pasaron muchas épocas de distanciamiento, y en el alivio de esas «distancias» trabajó mucho Margit, con fruto, finalmente.

Jaime y Margit cumplieron muy bien de cónsules de la dolce vita de la Costa del Sol. Por allí estaban a menudo Alfonso de Hohenlohe, o Luis Miguel Dominguín , o Philippe Junot , o Khashoggi al que Don Jaime siempre defendió, porque «el único defecto de Adnan es que está gordo». Es el apogeo de la beautiful people, que luego en el sitio degeneró en ordinary people.

Don Jaime, en fin, era un bigote de anfitrión alrededor del cual se sentaban golfos de yate y duquesas internacionales. Margit era una consorte con la que siempre tenía el matrimonio pendiente. No era fácil un matrimonio de duración en una Marbella tan desabrochada, pero el matrimonio a Jaime y Margit les duró. Margit tenía el escote memorablemente sueco, y la inteligencia paciente. Jaime llevaba un bastón de puño de oro persa. Como un patriarca de la barra libre de Moët & Chandon.

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