Con Kanye West, el delirio entra en campaña

La irrupción oficial de la candidatura del rapero distorsiana la carrera hacia la Casa Blanca

West en el Despacho Oval con Donad Trump en 2018 AFP

I. G.

Hace cuatro días los norteamericanos se desayunaban con la noticia de que, casi dos semanas después de anunciarlo con el apoyo del mismísimo Elon Musk , Kanye West se retiraba de la carrera hacia la Casa Blanca. Es más, la revista «People», biblia de la crónica rosa estadounidense, abundaba en que el rapero estaba atravesando un preocupante episodio maniaco, propio de su bipolaridad. Pero el viernes, contra todo pronóstico, Kanye West oficializaba su candidatura para las elecciones presidenciales de noviembre al registrar su comité de campaña electoral en la Comisión Federal de Elecciones y lograr la aprobación para figurar en las papeletas del estado de Oklahoma . Para ello, aflojó 35.000 dólares (30.600 euros). Ahora también quiere presentarse en Carolina del Sur y en Florida.

Las idas y venidas de este tipo polifacético (rapero, diseñador de moda, productor, empresario...), dueño de un indudable talento artístico, responden a su «súper poder», como él mismo ha calificado su trastorno bipolar . Y, aunque los mentideros han comentado en reiteradas ocasiones que tanta euforia, con la correspondiente depresión posterior, ha hecho tambalear más de una vez su mediático matrimonio con Kim Kardashian , lo cierto es que ella apoya incondicionalmente las intenciones de su marido , por más que resulten delirantes. Y no solo ella, el clan Kardashian, con sus cientos de millones de seguidores en las redes sociales (y de millones en la cuenta corriente), hacen piña en torno a los propósitos políticos de Kanye West.

Delirios de grandeza

Nadie sabe, sin embargo, qué pretende realmente el rapero presentándose a estas alturas a la Casa Blanca. Hay quien apunta que no son más que delirios de grandeza. Y, también, quien asegura que es una manera de ayudar a su admirado Donald Trump dividiendo el voto negro y latino, movilizado por los demócratas, pero el gran caladero de los seguidores de West. Y precisamente en Florida es donde su esperpéntica irrupción en la carrera presidencial puede ser un elemento cuanto menos distorsionador. Sea lo que sea, West reconoce que, a sus 43 años, jamás ha votado. Y jamás ha escondido su apoyo a Trump, sobre todo en lo que respecta a su gestión económica. Y lo hace sin complejos, con proclamas incendiarias, calándose la gorra roja con la leyenda «Make America great again» y enfundándose en una cazadora con la bandera sureña.

¿Y qué aportará un candidato como él a una carrera electoral enloquecida por los estragos del coronavirus en Estados Unidos? Desde luego, mucho delirio. ¿Qué decir del Birthday Party , nombre que ha puesto a su partido político porque, asegura, «cuando yo gano, es el cumpleaños de todo el mundo»? ¿Y de su programa? En Twitter trató de explicar sus opiniones sobre economía, sanidad, vivienda... Y no había opiniones. Tan sólo propósitos de «consultarlo con Dios» o, al menos, «con los expertos» . Pero lo que más ha llamado la atención (y alarmado) ha sido su solución para acabar con el Covid-19, contada durante una entrevista con «Forbes»: «Rezamos para que haya una cura a esta enfermedad. Rezamos por la libertad. Pero todo esto en el fondo tiene que ver con Dios: t enemos que parar de hacer cosas que le hacen enfadar». Dicho queda.

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