Jardinería y política, las pasiones de la primera dama uruguaya
Aunque algunos se empeñen en ver a Lorena Ponce de León como la nueva Evita, las similitudes son pocas
La mujer de Luis Alberto Lacalle Pou, presidente electo de Uruguay, es rubia, delgada, peleona si hace falta , profesional y a diferencia de su marido, agnóstica. En campaña, Lorena Ponce de León, repartía papeletas de la candidatura de «Luis», clavaba afiches en los postes de la luz y se sometía al interrogatorio de periodistas y ciudadanos de a pie. Lo hacía, como hace todo, mirando de frente y sin una duda en la palabra. Loly, como la conocen en Montevideo, abría debate para convencer a la gente de que la solución y el elegido para lograr un Uruguay mejor no podía ser otro que el padre de sus tres hijos, los gemelos Luis y Violeta, de 10 años y Manuel de 8.
La futura primera dama es feliz en un jardín pero la magia –o el veneno- de la política recorre sus venas y disfruta con la experiencia de su propia militancia . «Es nuestra Eva uruguaya», proclamó una vecina después de saludarla y celebrar el poncho con los colores de la bandera que llevaba. El mito de Eva Perón, en rigor, poco tiene que ver con la historia de una mujer que habla con fluidez alemán e italiano, (estudio en colegios bilingües). En un esfuerzo por encontrar parecidos razonables entre ella y la segunda esposa del general Juan Domingo Perón, se puede advertir la tenacidad, el apoyo irrestricto y la admiración al hombre que eligieron para compartir vidas. Ahí, se terminan las similitudes, de cuna, de trayectoria y de personalidad.
Fecundación in vitro
De 43 años, la mujer de Lacalle Pou reconoce que tiene una naturaleza «optimista» que le permite siempre «ver el vaso medio lleno», como reconoce en una entrevista en el diario «El Observador». Sin temas prohibidos, allí contó cómo, después de mucho dolor e intentos fracasados para tener hijos, logró su primer embarazo gracias a la fecundación in vitro de embriones congelados. Fue la primera pareja en Uruguay en convertirse en padres mediante esa técnica.
Política y deportes, forman parte de su rutina. Surf es el favorito del padre y de Violeta, fútbol de todos y jockey de las chicas . Loly lo empezó a practicarlo hace seis años con su equipo, «Viejas las pelotas», donde juega con cuarentonas que reivindican estar en forma. Lo demuestran en cada partido de liga donde se enfrenta al «cuadro» de su hija.
La matriarca de los Lacalle Ponce de León estudió técnico forestal y terminó inclinada por el paisajismo y la jardinería antes que Michelle Obama montará su huerta en la Casa Blanca y Juliana Awada, la mujer de Mauricio Macri, siguiera sus pasos en la quinta de Olivos, residencia privada de los presidentes argentinos. En Buenos Aires perfeccionó sus estudios y se entregó a la terapia floral. Las flores de bach lograron que los vértigos que sufría su marido desaparecieran y a ellas recurre para combatir la gastritis recurrente de un presidente religioso y «creyente pero yo no creo en Dios aunque soy respetuosa», matiza.
La Loly de hoy es la de ayer y la de siempre, dicen los que la conocen pero la experiencia deja huella. Hace cinco años la apodaron «Terminator» en el entorno político de su marido pero el apodo ya forma parte del pasado. Sus opiniones en aquella campaña donde Lacalle Pou perdió frente al actual presidente, el socialista Tabaré Vázquez, se oían sin contemplaciones. Aquel fracaso lo transformó en victoria cuando le explicó a un deprimido Lacalle Poú que perder por tan poca diferencia contra un líder como Vázquez era un triunfo que le permitiría alcanzar la Presidencia en las siguientes elecciones.
Loly y Luis se conocieron cuando él aún no había terminado Derecho y ella tenía 16 años. Aquella cita, recuerda en El Observador, fue «un aburrimiento» pero cinco años más tarde se reencontraron «en un asado» lo pasaron en gran de y «a los nueve meses, me pidió casamiento». El resto o lo que viene es otra historia que recién empieza.