La historia detrás del marquesado de Griñón, la herencia de Tamara Falcó
La hija de Isabel Preysler se ha convertido en la VI marquesa de Griñón, la segunda mujer que lo obtiene
Llevan apellidos ligados a la historia de España y, en su gran mayoría, se sienten orgullosos de pertenecer a familias que, de un modo u otro, dejaron huella en su país. Actualmente, existen en España cerca de 3.000 títulos nobiliarios activos, según la base de datos de la Diputación Permanente y Consejo de la Grandeza de España, órgano encargado de registrar la nobleza española.
Marquesado de Griñón
En mayo de 2014 fue la primera vez que Tamara Falcó habló sobre una posible herencia del marquesado de Griñón -título que ostentó su padre, Carlos Falcó , hasta el día de su fallecimiento, el pasado 20 de marzo a los 83 años a causa del coronavirus-. Aquel día le preguntaron sobre la posibilidad de que ella lo heredara. Ante semejante cuestión, Tamara fue tan sincera y espontánea como siempre: «Me encantaría ser marquesa».
Una ilusión que en aquel momento, para convertirse en realidad, tendría que pasar por un complicado proceso y un acuerdo unánime de la familia, algo que entonces era bastante improbable, a decir de los expertos en legados nobiliarios. A no ser que el marqués de Griñón, el único que podía otorgarle el título a Tamara , lo dejase escrito antes de fallecer, como así hizo.
Ya en el 2015, Carlos Falcó confesó durante una entrevista que sus deseos eran que su tercera hija fuese la sucesora del marquesado: «Queda por asignar Griñón y, seguramente, será para Tamara», y como consecuencia, la única que se quedaba fuera del estamento nobiliario.
De esta forma, Tamara se ha convertido en la VI marquesa de Griñón (superior al de conde e inferior al de duque), la segunda mujer que lo obtiene. La primera fue hace 158 años por María Cristina Fernández de Córdoba y Álvarez de las Asturias-Bohórques , en 1862. La hija más mediática de Falcó ostenta ahora el título más especial para su padre, aunque no fuese el de mayor rango, puesto que era el que daba nombre a sus bodegas y aceites .
Familia
Carlos Falcó se casó en primeras nupcias, en 1963, con Juana Girod , con quien tuvo a sus hijos Manuel y Alejandra , más conocida como Xandra . Después vino su sonadísima boda con la exmujer de Julio Iglesias , Isabel Preysler , con quien se prometió amor eterno en una ceremonia celebrada en su finca de Malpica (Toledo), en 1980. De esa unión nació Tamara , quien no guarda ningún trauma por la ruptura de sus padres. De su enlace con Fátima de la Cierva nacieron dos hijos más: Duarte y Aldara . En 2017, el sevillano se volvió a casar con la modelo Esther Doña . Entonces él tenía 80 años y ella 38. La boda fue bastante polémica porque tres de sus hijos no acudieron por estar en desacuerdo, entre ellos la hija de Isabel Preysler.
Carlos Falcó ostentaba los marquesados de Castel-Moncayo y Griñón, ya que su madre, Hilda Fernández de Córdova , decidió conceder a su nieta Xandra el marquesado de Mirabel tras la conformidad de su hijo y con el visto bueno del Rey. Por ello, Xandra ya ostentaba el título de marquesa, mientras que su hermano mayor ha heredado, como primogénito que es, el marquesado de Castel-Moncayo, título con Grandeza de España. Los únicos hermanos que no han heredado títulos han sido los más pequeños, Aldara y Duarte, puesto que ya heredarán por parte de su madre, Fátima de la Cierva. Su abuela, Ymelda Moreno de Arteaga , es marquesa de Pozas.
Herencia
Según establece la ley, los títulos son heredados por los primogénitos . Después de la muerte del titular, el beneficiario tiene dos años para reclamarlo. Si no lo hace, otros miembros de la familia pueden reivindicar que se le otorgue el título. Esa demanda se hace al Ministerio de Justicia y el Rey decide. En el caso de que ningún miembro reclame el título, este pasará directamente a la Familia Real, que podrá concederlo a quien considere.
Es cierto que en la actualidad un título nobiliario no tiene ninguna utilidad práctica pues el último privilegio , que era el pasaporte diplomático para los Grandes de España, fue abolido en 1984. Se trata solo del orgullo que pueden sentir al saberse parte de una familia en la que alguno de su estirpe ha merecido tal reconocimiento. Por ello, y a pesar de las muchas crisis que ha sufrido a lo largo de su historia, la nobleza sigue viva.
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