La fuga interminable del «heredero» de Red Bull
La Interpol busca al nieto del fundador de esta bebida energética tailandesa por un atropello mortal en 2012
La indignación social obliga a reabrir un caso que ha revelado la corrupción policial y judicial cuando hay un rico de por medio
Hace ya ocho años que la moto del sargento de policía Wichien Klanprasert fue arrollada por un Ferrari negro en el centro de Bangkok cuando acudía a las cinco de la madrugada a un robo. Rugiendo a toda velocidad, el deportivo arrastró unos cien metros al sargento, que falleció mientras el conductor se daba a la fuga. Pero un reguero de aceite que se escapaba de su motor, provocado por el fortísimo choque, llevó a la Policía hasta una mansión, donde encontraron el coche siniestrado en la parte delantera y con los «airbags» desplegados.
Borracho y drogado, allí estaba también su joven dueño, quien resultó ser el nieto del fundador de Red Bull, Vorayuth Yoovidhya . Apodado «Boss» («Jefe») pese a tener solo veinte años, negó primero que él fuera al volante e intentó cargarle el mochuelo a su chófer. Aunque acabó reconociendo que conducía él, culpó al sargento de policía de haberse cruzado delante de su coche y justificó el alcohol y la cocaína en su sangre por, respectivamente, haber bebido presa de la ansiedad tras el accidente y tomar un medicamento tras una operación dental. Y ahí, en lo que parecía el final de un caso claro de atropello mortal y fuga con coartadas increíbles, empezó un despropósito que ha puesto al descubierto la corrupción policial y judicial en Tailandia cuando hay de por medio un rico y poderoso como Vorayuth Yoovidhya. Como «heredero» del imperio de bebidas energéticas Red Bull, le esperan los 17.000 millones de euros que se calcula atesora su familia, la segunda más rica en este bellísimo pero desigual país del Sudeste Asiático.
En libertad bajo fianza de medio millón de bahts (13.635 euros), el «Jefe» intentó callar a la familia de la víctima con una indemnización de tres millones de bahts (81.800 euros) mientras eludía las citaciones judiciales. Excusándose en «compromisos de trabajo», llegó a faltar hasta ocho veces a los requerimientos de los tribunales, hasta que el 28 de abril de 2017 se emitió una orden de arresto contra él . Pero ya era tarde porque, justo un día antes, había salido de Tailandia rumbo a Singapur en su “jet” privado.
Desde entonces, está en paradero desconocido y la Interpol acaba de dictar una orden de busca y captura . Aunque todos los cargos contra él fueron sobreseídos el pasado mes de julio al prescribir en 2013 la acusación por exceso de velocidad y en 2017 el abandono del accidente, estalló tal indignación en Tailandia que obligó a reabrir el caso.
Acosado por la opinión pública, el primer ministro, el general Prayuth Chan-Ocha , ordenó una investigación a fondo que ha expedientado a 21 policías por encubrir al «heredero» de Red Bull. Con 28 años ya, este ha vuelto a ser acusado de conducción temeraria con resultado de muerte, denegar el auxilio a una víctima tras un accidente y consumo de drogas. Ahora solo hace falta que la Interpol lo encuentre.
«Tras recibir la confirmación, hemos pasado nuestra petición de asistencia a los 194 países miembros. Tenemos que hacer todo lo posible para traerlo de vuelta a Tailandia porque se trata de un delito muy grave», explicó esta semana el portavoz de la Policía, Krissana Pattanacharoen , según informa la agencia AFP.
Para el Gobierno del general Prayuth, elegido el año pasado entre denuncias de pucherazo, el escándalo vuelve a estallar en el peor momento. Desde principios del verano, Tailandia está sumida en nuevas protestas contra el Ejecutivo y el Ejército que incluso han salpicado a la antes venerada monarquía. Más allá de la tradicional división entre la élite urbana de los «camisas amarillas» y los campesinos de los «camisas rojas», los jóvenes no tienen por el rey Vajiralongkorn la misma devoción que sus mayores sentían por su padre Bhumibol , fallecido en 2016. Hartos de la corrupción, demandan una democracia de verdad y sin privilegios para los poderosos, como el huido «heredero» de Red Bull. Desde aquella trágica madrugada de hace ya ocho años, sigue a la fuga.