Familia y amigos luchan para que no se emitan unas cintas de Lady Di

Se grabaron en unas clases de oratoria y habla de su escasa vida sexual con el príncipe Carlos

Carlos de Inglaterra y la princesa Diana, en 1990, en Budapest LASZLO VARGA
Luis Ventoso

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El próximo día 31 se cumplirán dos décadas de la muerte de la princesa Diana en el túnel del Alma de París, a los 36 años, y su fantasma sigue cautivando a los británicos y dando que hablar. Familiares y amigos tratan de evitar que el Channel 4 de televisión emita el próximo domingo un documental titulado «Diana en sus propias palabras», donde se airearán parte de unas controvertidas cintas de audio grabadas en los años 1992 y 93, en las que habla de intimidades de su fallido matrimonio con el príncipe Carlos y revela curiosidades como que «solo hacíamos el amor una vez cada tres semanas, hasta que se desvaneció».

Como tantas veces, Diana no mostró en aquella ocasión mucha astucia ni prudencia. Las grabaciones se hicieron en el Palacio de Kensington con motivo de un curso para mejorar su expresión oratoria. El profesor de dicción, Peter Settelen , le hizo algunas preguntas personales con la grabadora en marcha y ella, muy dolida por su reciente separación de diciembre de 1992, se despachó a gusto. Culpó de sus problemas de bulimia a su aislamiento en la Familia Real y contó cómo cuando reprochó a Carlos su adulterio con Camilla Parker Bowles , la hoy Duquesa de Cornualles, él le respondió: «Me niego a ser el único príncipe de Gales que no ha tenido una amante». También comenta que en una de las primeras veces que lo trató el Príncipe se le echaba encima «como una urticaria». Por último confiesa que estando casada se enamoró muy pronto de un oficial de su equipo de protección, Barry Mannakee , muerto poco después en un accidente de moto.

Las cintas acabaron en manos de Scotland Yard en 2001, tras una redada en casa de Paul Burrell , el lenguaraz ex mayordomo de Diana. El conde Spencer, el hermano de la princesa, reclamó sin éxito su propiedad. En 2004 las recuperó el profesor de oratoria, que las vendió a la NBC. Ese año la cadena estadounidense emitió ya algunos extractos. La BBC sopesó airearlas en el décimo aniversario del fallecimiento de Diana, pero al final se echó atrás.

El conde Spencer ha escrito a Channel 4, que opera como una televison privada aunque su capital final es público, para encarecerles que no sean emitidas. Alega que se heriría a los hijos de Diana, los príncipes Guillermo y Harry . Rosa Monckton , íntima amiga de Lady Di durante largos años, también ha pedido al canal que recapacite. Califica el documental de «indignante» y argumenta que las grabaciones «no son un material del dominio público, estamos ante una traición a su intimidad y la de su familia».

Pero no parece que Channel 4 vaya a ceder. Califica los audios de «asombroso documento histórico que permite crear un nuevo retrato de Diana». El abogado del profesor que registró las cintas defiende su difusión diciendo que «lo de la intimidad falla, porque las han escuchado la policía, la persona que las grabó, la familia Spencer y Paul Burrell». También recuerda, al igual que Channel 4, que han pasado 20 años y el audio cobra cariz de documento histórico.

Toda la polémica llega en el contexto de que los príncipes Guillermo y Harry han ofrecido sendas entrevistas de corte muy personal a las cadenas BBC e ITV, las dos mayores del país, donde evocan a su madre y exponen de modo emotivo cómo sufrieron su pérdida. Algunos expertos en la monarquía británica creen que se han equivocado con esa estrategia, que rompe con la tradición de la realeza inglesa de guardarse los sentimientos. Creen que el aperturismo emocional que preconizan ha animado a canales como Channel 4 ha intentar ir un paso más allá de las coberturas habituales.

Diana quería mejorar su oratoria y voz escénica para encarar con más solvencia su labor de embajadora en causas benéficas , como la lucha contra el Sida o las minas en los Balcanes. En un momento dado, en las cintas se le pregunta por qué ha abrazado esas banderas humanitarias. Su respuesta es de una sinceridad abrumadora: «No tengo otra cosa que hacer».

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