Crisis palaciega

El exsuegro de la princesa Corinna, al rescate de su castillo de cuento de hadas

El príncipe Alexander Sayn-Wittgenstein-Sayn pide al Gobierno alemán que ayude económicamente a los «cachorros» de la nobleza: «La situación se agrava de generación en generación»

Los príncipes Gabriela y Alexander Sayn-Wittgenstein-Sayn Getty

MARTÍN BIANCHI

Los Sayn-Wittgenstein-Sayn , una de las familias con más abolengo de Alemania, tardaron casi tres décadas en reconstruir el Palacio Sayn , su hogar desde 1861. Tras la Segunda Guerra Mundial, esta mansión de estilo neogótico en el corazón de la región de Renania quedó reducida a escombros. Ludwig zu Sayn-Wittgenstein, sexto príncipe de esta casa nobiliaria que se remonta al año 1345, y su mujer, la baronesa Marianne von Mayr-Melnhof, regresaron a su residencia en 1946 , aunque durante una larga temporada tuvieron que vivir bajo el techo del cura del pueblo.

El primogénito del matrimonio, Alexander, actual jefe de la casa, fue quien comenzó las tareas de reconstrucción del palacio a mediados de los años 60. Ahora, el aristócrata de 72 años alerta que no son las bombas nazis las que amenazan con volver a destruir su regia morada, sino la crisis económica y la especulación inmobiliaria.

Hace unas semanas, el príncipe Alexander, casado con la condesa Gabriela de Schönborn-Wiesentheid y padre de siete hijos, reconoció públicamente que su «schloss» de cuento de hadas y el de otros nobles alemanes corren peligro de caer en manos de la piqueta o, lo que es peor, de algún inversor extranjero con ansia de hacer dinero por cuenta de la casta empobrecida.

Como vicepresidente de Europa Nostra, la federación pan-europea para el patrimonio europeo, Sayn-Wittgenstein sabe de lo que habla. «Cada vez son más los castillos históricos que se pierden o que pasan a manos del sector privado y la situación se agrava de generación en generación» , advirtió en una entrevista a DPA en calidad de presidente honorario de la Asociación de Castillos Alemanes y vicepresidente de Europa Nostra, una organización en la que también colaboran el tenor Plácido Domingo; el marqués de Santa Cruz, Álvaro Fernández-Villaverde y Silva; y el diplomático Juan Prat y Coll .

Sayn-Wittgenstein, que fue suegro de la conocida «princesa» Corinna (la lobista alemana estuvo casada con su hijo Casimir), hizo un llamamiento al Gobierno de Angela Merkel y a las autoridades de los dieciséis estados de la República Federal de Alemania para que tomen cartas en el asunto e inyecten más fondos públicos para apoyar a las familias dueñas de inmuebles como el Palacio Sayn .

Nuevas generaciones

El exsuegro de Corinna, que tiene un MBA en la Harvard Business School, asegura que la cuestión económica es la piedra en el camino de las nuevas generaciones de aristócratas que quieren conservar sus palacios y castillos. Según explicó a DPA, los nuevos «royals» viven en las grandes capitales, trabajan en sectores interesantes y no están dispuestos a regresar a las provincias para hacerse cargo del destino de estos elefantes blancos.

Para el príncipe pedir a sus hijos que vuelvan al pueblo para hacerse cargo del palacio familiar sería como obligarles «a apretarse el cinturón, arremangarse y trabajar duro para preservar un edifico histórico con todas las complicaciones económicas que conlleva». Por eso ha pedido leyes especiales e incentivos económicos que alivien las penurias de la nobleza a la hora de refaccionar un patrimonio que demanda presupuestos de varios millones de euros al año.

Palacios como el de Sayn, o el de los von Thurn und Taxis en Ratisbona o el de los Hannover en Hildesheim, exigen mantenimiento constante, un ejército de empleados e inversión para mejorar sus sistemas eléctricos y de calefacción y para reparar cañerías, tejados y jardines, por mencionar algunos apartados. Esos elevados costes son los que «espantan» a los futuros dueños de estas joyas arquitectónicas.

«La mejor manera de proteger los edificios históricos es utilizándolos apropiadamente. En la mayoría de los casos eso significa habitarlos», señala Jakob Eltz, de 35 años , heredero del castillo medieval que lleva su apellido y que se alza en las colinas sobre el río Mosela, en Renania-Palatinado. Eso mismo hace Sayn-Wittgenstein, que desde los años 60 vive con su mujer en el schloss Sayn y ha abierto al público su casa con la esperanza de que no muera con él. El príncipe alquila los salones para bodas y eventos y en los años 60 cedió los jardines para que los habitantes del pueblo puedan utilizarlos como parque público . Incluso ha invitado a sus amigos aristócratas a que acojan en sus casas a los refugiados sirios y él mismo ha convidado a los exiliados a que visiten y conozcan Sayn.

La conexión con los Alba

La conexión de esta dinastía alemana con España data de mucho antes de que una de sus integrantes se casara con Luis de Figueroa y Griffith, conde de la Quintanilla e hijo de la famosa condesa viuda de Romanones Aline Griffith. Remontándose a muchos siglos atrás, uno puede comprobar que los Sayn están emparentados con antepasados de los mismísimos Alba , otra de las grandes familias de la nobleza vernácula. El príncipe Alexander desciende directamente de Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia y de su hijo ilegítimo Jacobo Fitz-James, los mismos predecesores de la fallecida Cayetana Fitz-James Stuart.

Curiosamente, los actuales jefes de ambas casas, la de Sayn y la de Alba, batallan por salvar sus respectivos palacios. Carlos Fitz-James Stuart, flamante duque de Alba, ha abierto las puertas de Liria y pronto hará lo mismo en Las Dueñas de Sevilla. El plan de rescate de los nobles está en marcha.

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