Las explosivas memorias de Loredana Berté: «Björn Borg era un cocainómano»
En su autobiografía, «Traslocando», la cantante, mito del pop en Italia, habla de su carrera y recuerda su tormentoso matrimonio con uno de los mejores tenistas de la historia
Loredana Berté (65 años) fue un mito del pop en Italia. Para algunos, la Sofía Loren del rock italiano . Sensual, rebelde y provocadora, encantó a las audiencias hasta que llegaron los problemas, la rabia, un cuerpo que se hincha, una cara se desfigura y, después, el silencio. Mujer de excesos y de armas tomar, cantante que llegó a estar entre las más populares de Italia tras Mina y Ornella Vanoni, ahora vuelve con un disco y una autobiografía en la que, sin pelos en la lengua, habla de su larga carrera y de asuntos muy delicados como el drama de su infancia, con un padre violento; su atormentado matrimonio con el «cocainómano» tenista Björn Borg, su suegra sueca «racista» y la tragedia de su hermana, la cantante Mia Martini, Mimì, de cuyo suicidio se enteró por televisión.
El título del libro se llama «Traslocando», como un célebre y premiado disco suyo del 1982, porque toda la vida de Loredana Berté ha sido así, un cambiar constante de lugares, de personas, con encuentros de fábula como Michel Jackson, Mick Jagger, Andy Warhol o Woody Allen; o algunos más increíbles como el de los Bin Laden en la Casa Blanca del presidente George H. W. Bush, quien, dice, temió que la cantante se desnudara.
Al repasar sus recuerdos, dos momentos le han hecho mal especialmente: su infancia y el suicidio de su hermana, un dolor que no le pasa. «Mi padre era violento. Quería un hijo y detestaba las niñas. Hizo cosas horribles que no he olvidado. Masacraba de golpes a mi madre, incluso embarazada, hasta hacerla abortar. A mi hermana la tiró por el balcón por una mala nota de la escuela. Cuando mi madre no le permitía relaciones, venía a nuestra habitación de niñas para masturbarse, mirando a mi hermana».
Matrimonio cn Björn Borg
Capítulo especial merece su matrimonio con campeón sueco Björn Borg , al que conoció en Ibiza en 1988, emprendiendo con él una vida borrascosa, con un matrimonio que constituyó «un infierno». Ha contado que era un cocainómano, «una aspiradora», que consumía droga a dosis industriales: «Su dependencia de la cocaína era monstruosa. Por la coca dejó ganar a McEnroe en Wimbledon en 1981». Con Borg, nombrado embajador de la Corona sueca para hacer publicidad del país, visitó la Casa Blanca, invitados por George Bush: «Me pareció un belicista y un mentiroso. Debía temer que me desnudara, como Cicciolina, y colocó a mi alrededor numerosos guardias. Invitados de honor fueron los Bin Laden, padre e hijo (hermano del terrorista Osama, la «oveja negra» de la familia Bin Laden, que fundó Al Qaeda. N.d.R). Se movían como amigos de familia. Tenían negocios petrolíferos sólidos con los Bush y no hacían nada por ocultarlo. Omnipotentes que podían jugar con los destinos del planeta».
Su amor y su convivencia con el tenista sueco fue otro sueño rotó y acabó tirándole los trastos a la cabeza y a la calle: «Borg estaba muy perdido por los burdeles que frecuentaba. Hacía dos días que no lo veía y cuando apareció le tiré por la ventana un sofá , platos de plata y todos los trofeos ganados en sus torneos. Lo recibí a golpes, con raquetazos y cuando asustada intervino la madre le dí el resto diciéndole: Yo me he casado contigo porque tenías que ser padre de mis hijos. Borg balbuceaba confuso, mientras la madre me decía que él solo habría tenido hijos de pura sangre sueca. Tiré otro par de medallas por el balcón y me fui definitivamente».
Poco más de tres años duró su matrimonio: «Lo dejé demasiado tarde, en 1992, tenía que haberlo hecho antes. Con Borg perdí los sentimientos y el dinero del banco. Pagaba siempre yo, porque los multimillonarios no tienen nunca dinero en el bolsillo».
Hoy el gran lamento de Loredana Berté es no haber tenido un hijo. «Pero no podía hacerlo con un sueco cuya madre decía que los hijos de Borg tenían que ser cien por cien suecos» . El fin de su historia coincidió con la muerte de su hermana Mimì, y «desde entonces no me he recuperado; no es verdad que tiempo cancela, es siempre ayer». A propósito de Mimì, no se perdona el no haber respondido a su última llamada telefónica: «Antes de morir, mi hermana me llamó insistentemente. Pero aquel día había un clima extraño, yo estaba desganada, vacía… Tenía un concierto, pero me escondí en casa. Estaba convencida de que me llamaban los organizadores furibundos y no respondí al teléfono, que sonó hasta las seis de la mañana. No me lo perdonaré jamás». Después de aquella tragedia de mayo 1995, de la que se enteró casualmente mirando la televisión, se encerró durante «tres años en casa, mirando al techo».
Escribir y recordar puede a veces servir de terapia y para Loredana Berté ha sido «como ir al analista». Al periodista, Malcom Pagani, con el que ha escrito el libro confiesa que ha tenido «una carrera más afortunada que su vida privada: Ya no me espero nada. Vivo cada día como si fuera el último».
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