España, un destino para vivir el pasado y el presente

Sus vacaciones en Mojácar le permitieron evocar los califatos del sur y descubrir la pluralidad del país que atrae a tantos turistas

La escritora y periodista, concentrada en su lectura en Mojácar (Almería) M. Roche

Michelle Roche Rodríguez

La imagen de un camello bebiendo agua de mar atravesó el océano Atlántico a través del chat de mi grupo familiar y, un segundo después, me llegó la pregunta de mi hermano al móvil: «Y tú: ¿en qué tiempo estás? ». Estaba en Mojácar, un pueblo de Almería a más de 550 metros al sur de Madrid cuyas casas blancas se alzan sobre las lomas que bordean la costa del mar Mediterráneo. Las vacaciones de verano a las que estábamos acostumbrados en Venezuela eran también de playa, en la isla de Margarita, cuyas costas las baña el mar Caribe , lugar donde es muy remota la posibilidad de encontrarse un camello.

La visita a ese pueblo el fin de semana del 30 de agosto, coincidiendo allí con las fiestas de San Agustín , fueron las únicas vacaciones que tomé el año 2015, con el objeto de celebrar mi cumpleaños. De las tres vacaciones de verano que he pasado en España desde que me mudé aquí esa es, si bien la más breve, la más singular. Al año siguiente fui a visitar a un amigo que vive en La Coruña y, en 2017, una amiga y yo hicimos juntas 117,3 kilómetros finales del Camino de Santiago, desde Sarria a Santiago de Compostela. En ambas ocasiones disfruté de la compañía de gente entrañable y descubrí las oportunidades turísticas del norte de este país que tiene un paisaje para cada gusto. Pero la experiencia almeriense me quedó como una demostración de los sugestivos contrastes del verano español: su forma de estar, al mismo tiempo, en el pasado y en el presente .

A Mojácar me fui sola, con dos libros de Cristina Fernández Cubas , a un hotel-spa en donde tenía desayunos y cenas incluidas. Por las mañanas salía a correr temprano en la playa, donde me encontraba con el camello al que bauticé Kaboobie por el dromedario volador de la «comiquita» Shazzan que veía de niña en la televisión. Él también era madrugador. Pertenecía a un pequeño grupo de animales que alquilaban para paseos. Una diversión que, por miedo a caerme, nunca probé. Prefería quedarme el día leyendo echada en una silla frente a la piscina o haciendo excursiones al centro del pueblo que puede recorrerse a pie con comodidad en una tarde y donde la gastronomía es la típica de la zona de Almería, incluyendo los pucheros y gurullos, además de pescados y frutos del mar preparados de forma sencilla a las brasas.

El fin de semana fue suficiente tiempo para conocer el pueblo, recorrer varias veces su playa y aprovechar las instalaciones del spa. Y lo mejor es que no se trata de un destino muy concurrido, con lo cual no había presión para ir a una hora u otra a ninguna parte con la finalidad de evitar multitudes. Sin renunciar a la playa ni al descanso que ofrecen al cuerpo las aguas termales, Mojácar me permitió recrearme en la evocación del pasado de califatos del sur de España y puso en evidencia la pluralidad de experiencias que son para mí la enorme ventaja de este país como destino turístico y también como lugar para la vida.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación