Daniel y Florence Guerlain «Nos mueve la idea de poseer objetos»

Coleccionistas de arte contemporáneo, su apellido es sinónimo de excelencia cosmética

Daniel y Florence Guerlain ABC

Patricia Espinosa de los Monteros

Su apellido mueve millones de euros en la industria cosmética, pero ellos no viven de eso. Superados los 65 años, cordiales y muy chic, en su maleta atesoran vivencias que podrían dar para una gran obra literaria. Lo suyo es el arte y, desde hace décadas, se pasean por todo el planeta en busca de piezas para añadir a su importantísima fundación. Son Daniel y Florence Guerlain .

Daniel Guerlain, perteneciente a la quinta generación de una saga de perfumistas (la firma se creó en 1820), es un avezado connaisseur gracias a su abuelo, Jacques Guerlain, quien además se distinguió por ser uno de los mayores coleccionistas de Impresionismo de Francia. Daniel, que es paisajista, conoció a su esposa Florence hace 32 años y desde entonces no se han separado.

A lo largo del tiempo han unido criterios y conocimientos para apoyar la obra de los mejores artistas contemporáneos.Su pasión por el dibujo ha convertido la suya en una de las colecciones más importantes del mundo, con obras de más de 200 artistas de 30 países diferentes . En 2012 realizaron una donación de 1.200 obras al Centro Pompidou.Antes, en 1996, cuando la marca Guerlain se vendió al emporio LVMH, decidieron montar una fundación que agrupara arte contemporáneo .

Diez años más tarde crearon un premio de dibujo para apoyar la labor de los jóvenes artistas y que se otorga todos los años en el Salón del Dibujo de París.Daniel y Florence no dudan en atribuir su pasión por el arte al abuelo Jacques. «Jamás he vivido sin arte en las paredes, no concibo una pared desnuda -confiesa Daniel entre risas-. De niño coleccionaba dinky toys (vehículos de metal en miniatura) y sellos. Más tarde, comencé a atesorar alzados y planos de mi abuelo materno, que era arquitecto. Después, frascos de perfume. Y por último, artistas de nuestra época».

La pasión de poseer Florence, por su parte, reconoce que ahora acuden a todas las galerías del mundo y no se pierden ninguna feria de arte, sea donde sea. «Cuando empezábamos nos considerábamos unos aficionados, pero con el tiempo comprendimos que nos habíamos convertido en coleccionistas». La diferencia entre un amateur y un coleccionista es, para ellos, muy sutil . «Al coleccionista le gusta poseer objetos y obras de arte. La idea de la posesión es esencial», explica Daniel. También se necesita paciencia y dinero, pero lo esencial es encontrar equilibro e intención a la hora de comprar . «Jamás nos peleamos. El truco es que si uno quiere una obra y el otro otra, pues… compramos las dos», explican.

En cuanto al número de piezas mínima para constituir una colección, Daniel subraya que hay mucha literatura sobre ello: «Hay quien dice que debe de haber un mínimo 400 piezas, pero eso no es verdad. Lo importante es que se acoplen bien juntas, que tengan el mismo espíritu y que se lleven bien. Eres un auténtico coleccionista cuando compras más de lo que puedes exponer . Eso es pasión».

Ante nuestra curiosidad (malsana) de saber qué artistas pueblan su dormitorio, nos desvelan que tienen dos Sicilias, un Gustav Doré, varios grandes maestros y una instalación-escultura de Rob Wynne. También, un pequeño Renoir heredado y dos obras japonesas.Y ante la insistencia de saber qué tipo de obras tienen vetadas, Florence contesta rotunda: no quiere nada de erotismo duro . Daniel, sin embargo, reconoce con cara picarona: «Yo no tengo problema. ¡No hay nada que deteste!».

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