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Carmen Mayrink Veiga, la musa brasileña de Truman Capote
Considerada como una de las mujeres más elegantes del mundo y habitual en los salones de la jet internacional en los 50 y los 60, falleció a los 88 años sin perder su estilo y buen humor
Carmen Mayrink Veiga nunca fue una estrella de cine, ni una modelo de carrera, pero llevaba consigo un porte y una elegancia que la hicieron mundialmente famosa entre artistas, columnistas sociales, grandes pintores y diseñadores de moda. Una historia que terminó esta semana, con su fallecimiento, a los 88 años , en Río de Janeiro.
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Carmen sufría de una rara enfermedad infecciosa neurológica , paraparesia espástica tropical, para que nunca encontró cura y que le limitó los movimientos , haciéndola pasar sus últimos años en una silla de ruedas. Incluso así, mantuvo una activa disposición para emprender campañas a favor de la accesibilidad para parapléjicos sin perder nunca su potente estampa.
A partir de los años 50, cuando comenzó a circular por los salones de moda de París, Milán y Nueva York , la brasileña Carmen, una mujer alta, con una sedosa cabellera negra, maquillaje discreto y una nariz grande e imponente, que siempre se negó a cambiar en el país de las plásticas, fue reconocida entre las más elegantes y mejor vestidas del mundo , un símbolo de su país. El escritor norteamericano, Truman Capote , que se convertiría en un amigo, la incluyó en una lista de famosas del mundo y le dedicó un texto en la revista «Vogue», de 1956, titulado « Carmen Terezinha Solbiati. So Chic» .
Era ese el nombre de soltera de Carmen, nacida en Pirajuí , en el interior del estado de São Paulo, descendiente de una familia milanesa, por el lado del padre -un banquero- , y de tradición nobiliaria portuguesa, por el de la madre. Pasó a llevar el apellido del marido, Antonio (Tony) Mayrink Veiga , un rico empresario brasileño, con quien se mudó a Río, y con quien vivió dos décadas en París, en un piso frente al río Sena.
Carmen, que es la única brasileña citada en la biografía del diseñador Yves Saint Laurent , era una figura conocida en los desfiles de alta costura en París entre los años 50 y 80, años de los que guardaba más de 400 vestidos firmados por estilistas que la consideraban musa, además de YSL, Givenchy y Valentino . vivió su auge en los tiempos en que la jet set se movía entre Europa, Nueva York y el Copacabana Palace, de Río de Janeiro. Con su marido, que jugaba polo con el Príncipe Carlos de Inglaterra , conoció y convivió con Lady Diana , así como lo había hecho antes con Jacqueline Kennedy Onassis . Frecuentó también fiestas de estrellas de Hollywood y de celebridades como la cantante Madonna, famosos que la conocían de las grandes recepciones que ella ofrecía en su lujoso piso frente al mar de Río de Janeiro .
Fue también retratada por grandes artistas, como el norteamericano Andy Warhol y los brasileños Cándido Portinari y Di Cavalcanti , así como fue fotografiada por las famosas cámaras de Richard Avedon y del peruano Mario Testino . Carmen fue la primera celebridad brasileña entrevistada por David Letterman en su programa «Late Show». En 1981, entró en el Hall of the Fame de la revista «Vanity Fair», que la consideraba una de las mujeres más elegantes del jet set internacional .
Vivió casada con Tony, que falleció el año pasado, durante unos largos 60 años, que transitaron de la opulencia a una vida de clase media, una caída que vivió con dignidad . La fortuna del marido, proveniente de la representación de fabricantes de armas de guerra, que tuvieron su auge entre el siglo XIX hasta los años 80, fue decayendo con crisis económicas del país . Entre ellas, una expropiación del gobierno de Fernando Collor en la década de 90.
«Con lo que tengo puedo vivir 400 años sin comprarme nada más» , decía a quien le preguntaba lo que había significado perder buena parte de su fortuna. Para encarar la crisis financiera, Carmen comenzó a dar clases de etiqueta y moda y en 1997 publicó el best seller «ABC de Carmen», en que enseñaba sus trucos de elegancia y estilo . La debacle financiera la llevó también a subastar obras de arte, joyas e incluso algunos de sus famosos retratos , pero nunca apareció deprimida, ni cuando la enfermedad la llevó a una silla de ruedas.
«El corazón es suyo, puede sufrir. El rostro es público, sonría siempre» , recomendaba ella que, sin proponérselo, se volvió una celebridad internacional, reconocida incluso en las calles como si fuese una artista.
Crítica de estilistas de la actualidad, Carmen paró de comprarse vestidos antes de la crisis porque consideraba que la ropa de algunos diseñadores no servía más para vestirse elegantemente. «(Roberto) Cavalli no tiene una sola prenda ropa que se pueda usar para almorzar en un lugar elegante» , reclamaba. «En la colección de Marc Jacobs , prácticamente todo sirve para desfilar en una escuela de samba. Todo es absurdamente feo y de mal gusto », decía sobre el diseñador más popular de la actualidad.
Murió a los 88 años, durmiendo, en su lujoso piso en Río de Janeiro. Deja dos hijos, Antonia Frering y Antenor Mayrink Veiga , nietos y bisnietos.