Carlos Falcó, un anfitrión de lujo
Siempre tuvo claro que no hay mejor país que el nuestro para inventarse el vino, o el aceite
La cuota de ilustres fallecidos por coronavirus incluye a Carlos Falcó , marqués de Griñón, que era ilustre por doble causa, abreviando: por famoso de vitola y por aristócrata de naturaleza. Pero era un marqués que se lo trabajaba. Fue un espeleólogo sin descuido de dos misterios del buen vivir, el vino, y el aceite. Espeleólogo y también arqueólogo. Un anfitrión del lujo. Porque tenía cátedra en los vinos de prodigio, y se hizo biógrafo del prestigio sostenido de sus propios aceites de maravilla, unos aceites a los que las guías rigurosas del género titularon de supremos, en muchas ocasiones. Para curiosos, y para iniciados, ahí quedó su biblia del asunto, «Oleum, una cultura del aceite de oliva».
A eso se dedicó, laboralmente, prorrogando un credo de existencia que nunca se alejó de la alcurnia de la buena vida, o de la vida de exquisita elección.
El amor nunca llegó a ser en él un afán otoñal, porque todo amor se parece a un verano, o quiere parecerse, y porque sin duda no le apetece al enamorado, o enamorada, que le cuadren la contabilidad de la edad. En ese verano del amor prosperó siempre Carlos Falcó, hasta llegar al matrimonio con Esther Doña , una malagueña de juventud, según el deneí, hoy viuda de nuestro ilustre. Antes, su hoja de servicios de hombre enamorado reúne los nombres de Cristina Onassis , Jeannine Girod , Isabel Preysler y Fátima de la Cierva , bisnieta del duque del Infantado, y más de 20 años más joven que él cuando se casaron. Cito deprisa, por orientarnos.
«Y quién es él»
Nunca le hizo gracia que su vida sentimental trepara a los titulares, pero en los titulares estuvo, por rachas, y aquí tampoco vamos a ignorar la hemeroteca resonante. Por ahí cunde el relato de que José Luis Perales asegura haber escrito el clásico tema, «Y quién es él, y a qué dedica su tiempo libre», por un encargo de Julio Iglesias . Un encargo que viene a coincidir con la época en la que Isabel Preysler abandonó a Julio por un marqués, el marqués de Griñón. Nunca cantó Julio ese tema popularísimo, pero dicen algunos a veces sí la cantó Carlos Falcó, para sí mismo, mientras iba conduciendo, entre el entretenimiento y la complacencia.
Esther Doña, cuando iba en el inicio de su relación con Falcó, se nos presentó con mucho show de páginas, y fotos, y se dio un gusto rápido en firmar titulares almibarados: «Estamos felices, enamorados, encantados ». Luego hubo algunas broncas que incluso llegaron a la prensa, pero esa es una triste y extraña historia. En Falcó lo que sí hubo fue un donjuanismo dorado que ya está en extinción
Tenía veintipocos años cuando se hacía el puerto de Miami, ida y vuelta, a bordo de un Maserati que había regalado su suegro, un suizo de poderíos. Gustaba la charla lenta, y los toros. Siempre tuvo claro que no hay mejor país que el nuestro para inventarse el vino, o el aceite. Hizo nido en una finca de libertad en Toledo. Era el padre de una criatura de celebridad efervescente, Tamara Falcó. Es.
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