Brigitte Macron, la primera dama con guante de seda y mano de hierro

«La vieja nos tiene hartos», habría comentado en la intimidad un consejero de Emmanuel Macron, refiriéndose a su esposa, cuyo poder «fáctico» sobre los negocios políticos y diplomáticos de Francia ha crecido de manera espectacular

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«La vieja nos tiene hartos», habría comentado en la intimidad un consejero de Emmanuel Macron , refiriéndose a su esposa Brigitte Macron , cuyo poder «fáctico» sobre los negocios políticos y diplomáticos de Francia ha crecido de manera espectacular.

La diferencia de edad entre Brigitte Macron (66 años, en abril) y su esposo (42, desde diciembre) ha suscitado infinitos comentarios, que la primera dama de Francia ha llegado a evocar, en un tono irónico muy fino: «Ah, con esto de la presidencia, Emmanuel está envejeciendo más rápido de lo previsto, me está atrapando...».

Esta segunda anécdota la cuentan Nathalie Schuck y Ava Djamshidi, periodistas, en una nueva biografía de Brigitte Macron, «Madame la présidente», una mina de menudas revelaciones sobre la vida íntima de cada día de la pareja presidencial. Entre menudencias de muy diversa índole, queda claro que la «autoridad» personal de la primera dama ha terminado «topando» con el sinuoso poder de varios consejeros políticos, relegados a un segundo plano, en muchas ocasiones sensibles.

Sobre la intimidad política de los Macron se cita a menudo una anécdota que ha contado François Hollande, expresidente: «Un buen día, decidí que debía nombrar ministro de Economía y Finanzas, primer 'tesorero' del Estado, a quien, por entonces, solo era un consejero para asuntos económicos, cargo que compartía con otros consejeros. Llamé a Macron a mi despacho. Yo estaba sentado, él, en pie, frente a mí, y de dije: 'He decidido nombrarte ministro'… Macron me dio las gracias y me respondió con mucha cautela: 'Gracias, señor presidente, consultaré su propuesta con mi esposa”. Algo único y excepcional'».

Esa intimidad política tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre los fieles de la «macronía» es percibida como una garantía de fondo. Gérard Collomb, ex ministro del Interior, ha declarado a Nathalie Schuck y Ava Djamshidi: «Son una pareja excepcional. El presidente necesita saber que ella está presente en los grandes momentos. Y vigila sus gestos para comprender cómo está interpretando ella la situación». Cuando Collomb presentó su dimisión, los Macron, marido y esposa, no consultaron a nadie la situación. Celebraron una cena íntima, «a tumba abierta», con el ministro. «Cónclave» percibido con muchos celos y recelos por los consejeros del presidente.

Ante la gran crisis nacional de los chalecos amarillos, Macron ha llegado a confesar ante varios periodistas: «Mi esposa me salva del aislamiento del búnker presidencial. Es ella quien me mantiene en contacto con la realidad, más allá de los protocolos de Estado». Ante la misma crisis, los consejeros del jefe del Estado han escrito centenares de notas confidenciales y consejos políticos, que Macron solo ha seguido muy parcialmente. Fue Brigitte Macron quien le aconsejó una iniciativa llamativa y espectacular: invitar a sus ministros y ministras a que «ocuparan» la calle y los estudios de radio y tv para «discutir» con los chalecos amarillos.

Una de las iniciativas personales de Brigitte Macron ha sido tan espectacular como triunfante: ella dio su «ok» para que una ministra con mucho «trapío» físico y verbal, Marlène Schiappa, participase como «presentadora» y «codirectora» en una emisión muy polémica, dirigida a gente joven con muchos flecos «multiculturales», «Balance ton post !», dirigida por Cyril Hanouna, un animador capaz de soltar las groserías más intempestivas. De entrada, la participación de Schiappa fue percibida como un riesgo muy peligroso , imprevisible. Brigitte Macron había pronosticado un resultado muy distinto: la ministra «barrió» triunfante ante más de un millón de jóvenes de menos de treinta años, sacudidos por la «pedagogía» de la ministra de rompe y rasga ante la «palabrería» de los chalecos amarillos.

Ese y otros éxitos de Brigitte Macron, como consejera política de su esposo, suscitan envidias y rencores en el personal de servicio, que ha terminado apropiándose de una maldad puesta en circulación por el expresidente François Hollande : tratar de «vieja» a la esposa del presidente.

En su biografía de la primera dama, Nathalie Schuck y Ava Djamshidi cuentan una anécdota entre real y altamente simbólica. A su llegada al Elíseo, los Macron hicieron pocos cambios en los apartamentos de función del jefe del Estado. Brigitte Macron se apresuró a ordenar el cambio de los colchones del lecho presidencial, dejando caer esta sentencia asesina: « No quiero dormir en el mismo colchón donde Hollande se acostaba con sus amigas».

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