Iñaki Oyarbide, vitalidad hasta el final

El reconocido cocinero navarro murió repentinamente a los 56 años el lunes, 12 de octubre de 2015 en Madrid

Iñaki Oyarbide, vitalidad hasta el final abc

gloria scola

Somos muchos los que tuvimos la fortuna- algunos, desde nuestra más tierna infancia en El Escorial- de disfrutar del increíble optimismo y el contagioso humor de Iñaki Oyarbide . Muchos los que hemos admirado su inacabable vitalidad hasta el último momento- porque su vitalidad no acabó nunca-. Y muchos los que ahora nos sentimos sinceramente apenados por su muerte.

Iñaki Oyarbide era un excelente y reconocido cocinero, un maestro de la comida rica y exquisita , del trato amable y sencillo, también de las risas… Sí, es cierto. Pero, sobre todo, Iñaki era una fuera de la naturaleza, como dice su madre. Poseía una dignidad y unas ganas de vivir no solo inusuales, sino ejemplarizantes.

Hace tan solo unos días, cargado de templanza y orden, era Iñaki el que me tranquilizaba sobre el susto que, por un problema de salud, nos había dado su hermano Javier, mi amigo incondicional desde que éramos niños y otro capo de la elegancia transformada en restauración.

Su discurso- el de Iñaki-, lleno de pasos ordenados en busca de soluciones (siempre hacia adelante) y quitándole hierro al drama, me volvió a dejar boquiabierta. Y al final de la conversación, le dije: «¿Y tú, Iñaki? ¿Cómo estás tú?». «Yo, bien; ahora me tengo que hacer tal y cual, pero, estoy bien, y tú, tranquila…». Apenas una semana después, shock. Se nos iba de repente.

El martes, tras su incineración en el crematorio de La Almudena, y a pesar del dolor latente, se compartieron muchas sonrisas cargadas de afecto. Supongo que porque Iñaki siempre sonreía. Así le recuerdo yo. Incluso ante las muy duras circunstancias de salud por las que había pasado. Cuando estaba con sus seres queridos, cuando asaba chuletas de buey y tomaba platos de cuchara; cuando conversaba con sus amigos, con sus clientes; cuando disfrutaba de su pasión por los rallyes (el campeón Carlos Sainz, a quien Iñaki esperó en la meta en Grecia en la primera victoria del piloto en su carrera mundialista, también acudió al sepelio a darle su último adiós).

Reconocimiento de sus compañeros

Juan Mari Arzak, venido en viaje relámpago a Madrid para despedirse de Iñaki, me dijo poco antes de abandonar La Almudena: «Se nos ha ido Iñaki. Y yo quiero mucho a toda la familia. A todos. A mí me ayudaron muchísimo. Y les quiero» .

Creo que ese sentimiento de amor es común a todos los que conocemos bien a los Oyarbide. Su calidad humana y carisma van mucho más allá de los logros conseguidos (que son muchísimos) con sus restaurantes de Madrid Zalacaín- el primero en España en tener las tres estrellas Michelin- y Príncipe de Viana, fundado con anterioridad, dando renombre y prestigio a la gastronomía española, navarra, en el mundo entero.

El patriarca, Jesús, ya fallecido, era un hombre ilustre, cariñoso y extraordinario. La madre, Chelo, es el máximo refinamiento hecho sencillez, y la segunda madre de Iñaki y de Javier, su tía Mari Tere, una gran señora.

Todos los cocineros a los que por mi profesión he entrevistado, desde Ferrán Adriá a los hermanos Roca, me han recalcado su admiración y afecto hacia esta maravillosa familia. No me sorprende. En casa de los Oyarbide, y doy fe desde que mudaba los dientes de leche hasta el día de hoy, la riquísima comida ha sido lo de menos. Lo que de verdad se respiraba desde el descansillo (y se respira) es bondad y hospitalidad.

Recuerdo que una vez Javier me contaba que, estando Sean Connery en Zalacaín, entre bromas, le preguntó: «¿Y usted cree que este sería un sitio recomendable para James Bond?» A lo que el actor escocés, con voz muy grave y semblante serio, contestó a modo de sentencia: «FOR EVERYBODY», provocando la risa de Javier (y, posteriormente, la mía, naturalmente). A mí misma me expresó Robert de Niro cómo había disfrutado en Príncipe (de Viana) de una comida en su honor a la que acudí invitada por Javier y con Iñaki en la cocina.

«A lo hecho, pecho» y «La velocidad se demuestra andando», solía decir Iñaki . Ahora La Chelo de Iñaki Oyarbide, el restaurante que abrió con su mujer, la hostelera Ángela Labrada y «un ángel del cielo», como la llaman Chelo y Mari Tere, continúa con más sentido que nunca. Iñaki escribía en su web (www.lachelo.es): «En La Chelo hemos querido volver a la cocina de raíces. A esos platos hechos con calma y amor cuya receta pasaba de padres a hijos. De padres, o de madre, mejor dicho, porque La Chelo es principalmente un homenaje a la gran dama de la cocina española: Consuelo Apalategui, mi madre».

Y continuaba: «Todo empezó en el hostal de la Sierra de Urbasa, con otra Consuelo, mi abuela materna. Cocinera maravillosa de la Fonda de Otamendi de Irurzun (Navarra), lugar mítico del siglo pasado frecuentado por personalidades como Ava Gardner o Ernest Hemingway. Años después fundó junto a mi padre, Jesús Oyarbide, los restaurantes Príncipe de Viana y Zalacaín; mi casa y donde tantas recetas heredé de mi madre».

Qué gran pena.

Nuestro pésame a toda su familia, a sus tres preciosas hijas, Ana, María y Andy; a sus amigos cercanos, Perico García, Ramón Elizalde, Miguel y Monchu Díaz-Aboitiz, Juan Moreno, Alberto Fermoso…A sus allegados, compañeros, clientes, admiradores y a la gastronomía mundial.

Iñaki Oyarbide. En sus 56 años de vida dio amor y alegría y luchó hasta el final de forma admirable. El funeral por su alma se celebra hoy, lunes 19 de octubre de 2015, a las 19:00h en el Santuario de Santa Gema (Calle de Leizarán 24, Colonia de El Viso, Madrid). Descanse en paz.

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