La quinta de los duendes, donde había que fruncir la barriga

De la primera casa de Vargas Llosa con Julia Urquidi a la de Preysler hay mucha diferencia

La quinta de los duendes, donde había que fruncir la barriga efe

rosa belmonte

En la primera cuadra de la calle Porta, en Miraflores (Lima), hay una quinta escondida. Una quinta literaria. Ahí estaba la casita (el diminutivo no es caprichoso) donde vivieron Mario Vargas Llosa y Julia Urquidi, la tía Julia, su primera mujer . Si el escritor peruano publicara algo parecido a «Mis casas», de González Ruano, podría empezar con esas viviendas de paredes blancas, tejas rojas, puertas estrechas y ventanas pequeñas que llamó la quinta de los duendes en «Conversaciones en La Catedral». Ese libro podría acabar, quizá, con la casa de Isabel Preysler en Puerta de Hierro, a la que Ussía bautizó en ABC, en un artículo de 11 de enero de 1989, como «Villa Meona» . Fue después de que el empresario José María Ruiz Mateos, en su odio por Miguel Boyer, filtrara los planos de la casa. Lo que más llamó la atención entonces fueron los 16 baños. Como si los que escribían sobre ello no fueran invitados a casas de campo de tantos baños como habitaciones.

En «El pez en el agua», su libro de memorias, Vargas Llosa describe el hogar que compartía con la tía Julia: «Constaba de dos cuartos y una cocinita y un baño tan diminutos que sólo cabía en ellos una persona a la vez y frunciendo la barriga. Pero en su brevedad y espartano mobiliario tenía algo muy simpático, con sus alegres cortinas y el patiecillo de cascajos y matas de geranios al que miraban las casitas». Los geranios siguen y las cortinas alegres, también. Según contaban en «El Comercio» de Lima en 2010, la quinta permanece, «pero afuera, en la calle Porta, todo se transforma: se derriban las casas viejas y se levantan enormes edificaciones».

Vargas Llosa llegó a tener en 1955 seis trabajos (llegaría a los siete) y eso le permitió mantener su casa con Urquidi, que era hermana de Olga, casada con Luis Llosa Ureta, hermano de la madre de Vargas Llosa ( Patricia era hija de estos y, por tanto, más sobrina de Julia que Mario). Esa casita fue la primera. En un matrimonio que duró nueve años, también vivieron en París, adonde Patricia fue a visitarlos.

El nombre real de esa especie de adosados en Miraflores era Quinta Inglesa, pero dadas sus dimensiones, ambos, Mario y Julia, le dieron el nombre de Quinta de los duendes. De la casa escribe en «El Pez en el agua»: «Estaba en una quinta color ocre de casitas tan pequeñas que parecían de juguete, al final de la calle Porta, donde esta se angostaba y moría en un muro que la separaba entonces de la Diagonal» . Luego ya viene lo de las barrigas fruncidas.

El barrio de Miraflores es un barrio comercial y cosmopolita, con embajadas y frente al mar. Es una especie de ciudad independiente dentro de Lima donde Vargas Llosa vivió su infancia y juventud. Un sitio del que no ha parado de escribir. ¿Escribirá de Puerta de Hierro?

Muchas cosas, muchas casas, han transcurrido desde entonces en la vida de Vargas Llosa. Algunas permanecen: Nueva York, París, Madrid (una planta en la calle de la Flora, una casa comprada en el año 2000, cuando vivía en Londres). Pero sólo la Quinta de los duendes tiene valor literario. Quizá por el nombre, fruto del talento de Vargas Llosa (esta vez con la coautoría de Julia Urquidi, que también tendría que fruncir la barriga).

Mucho más valor literario que Petite Plaisance, la casa americana donde Marguerite Yourcenar vivió 36 años. Situada en el estado Maine, la escritora expresó su deseo de que tras su muerte se abriera al público. Margarite Yourcenar, desaparecida Grace Frick, se enamoró perdidamente a los ochenta años del fotógrafo Jerry Wilson.

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