Al quinto Koplowitz todavía no le dejan usar su apellido
La Justicia española ya reconoció a Carlos Iglesias como hijo del fundador de FCC, pero su cambio de nombre está en manos de Suiza
Carlos Iglesias Rangel, quinto hijo del magnate Ernesto Koplowitz Sternberg, trabajó en la Cruz Roja durante el genocidio de Ruanda y el conflicto de Cachemira. «Supongo que las guerras no me asustan», admite en conversación telefónica con ABC. Lo que el retoño secreto del fundador de Construcciones y Contratas y de la venezolana Albertina Rangel jamás imaginó es que él mismo terminaría protagonizando una batalla judicial casi igual de cruel y despiadada. Tuvieron que pasar más de veinticinco años, desde 1998 hasta 2013, para que la Justicia le reconociese como hijo legítimo de Koplowitz. Y aún le quedan dos frentes abiertos: el cambio de sus apellidos (de Iglesias Rangel a Koplowitz Rangel) y su parte de la millonaria herencia del patriarca de FCC.
«Llevo más de dos años batallando con la Administración suiza para que apruebe el cambio de apellidos. Ya estamos en la fase final del proceso. Soy suizo y hasta que no se apruebe aquí no podré llamarme Koplowitz en España», reconoce desde su casa en Rivaz, una localidad del cantón suizo de Vaud, a orillas del lago Lemán.
«Son trámites muy largos porque hay que presentar mucha documentación y los suizos se toman su tiempo», añade. Pero se apresura a aclarar: «Una vez que tenga el visto bueno, volveré a España para pedir la nacionalidad española. Más allá del apellido, tengo derecho a ser español y a mi parte de la legítima», dice .
Carlos Ernesto abrió el otro frente en diciembre de 2014, cuando presentó una demanda ante la Justicia de nuestro país reclamando el reconocimiento de sus derechos sucesorios respecto a la legítima de su padre. Aunque pesa el secreto de actuaciones sobre este proceso, ABC ha podido constatar que en su demanda no reclama cantidad alguna de dinero. «No soy un gánster, solo pido lo que me corresponde. Esto no es una cuestión de dinero, sino de moral. Mis hermanos recibieron su parte de la herencia y también la mía. Ellos tienen algo que es mío. No sé cuánto es, pero es algo...», dice.
Millones en juego
Ese «algo» es la quinta parte de la legítima . Nadie sabe exactamente cuánto recibieron sus cuatro hermanos al morir Koplowitz Sternberg en 1962: Ernesto e Isabel (fruto de la relación del empresario con Isabel Amores), y Alicia y Esther (nacidas del matrimonio con Esther María Romero de Juseu). La prensa de la época publicó que a Ernesto le tocaron 400 millones de pesetas (2,4 millones de euros). Él lo ha desmentido asegurando que percibió un piso, una fábrica de cerámica, el 15 por ciento de Construcciones y Contratas y una finca en Laredo (Cantabria). Carlos Ernesto aún no ha recibido nada, y reconoce que averiguar cuánto le correspondería es «misión imposible». «Yo no exijo una cifra. Pero todo el mundo sabe que mi padre era millonario y que esos millones fueron a parar a mis hermanas y a mi hermano cuando yo solo tenía nueve meses de vida. Algo me corresponde...»
El pleito, como él mismo explica, es más complicado de lo que parece. «Porque mi padre murió hace 53 años y recabar documentación de esa época es complejo. Por eso tardamos casi dos años en preparar esta demanda junto a mi abogada, Eva Solivella. Ha sido aceptada a trámite, pero no puedo decirte más», explica.
¿Sus hermanos estarían dispuestos a darle lo que le corresponde? «Eso tiene que preguntárselo a ellos. Lo sensato sería llegar a una mediación, hablar de una manera fraternal. Desde el año 2000 intento hacerlo, pero ellas no quieren saber nada de mí. Si no están interesadas en hablar conmigo, menos tendrán ganas de darme mi parte».
«Ellas» son Alicia y Esther Koplowitz, sus hermanas. La relación con las empresarias fue cordial hasta que en 2000 Carlos presentó la demanda de paternidad, un proceso que derivó en una prueba de ADN que confirmó que era hijo de su padre. «Hasta entonces hablábamos, nos escribíamos, me invitaban a su casa, me ayudaban económicamente... era su hermano secreto. Pero una vez presentada la demanda, dejaron de hablarme. Me ignoran y no hay mayor desprecio que no hacer aprecio», se lamenta. «Ellas me dijeron: ‘‘No queremos hablar del pasado’’. Yo removí el pasado y he pagado un precio».
Negocios suizos
Iglesias está empeñado en aclarar que no necesita el dinero ni quiere la fortuna de sus hermanas, dos de las mujeres más ricas de España. Durante dos décadas ha sido un exitoso directivo de Recursos Humanos especializado en selección de personal y mediación. Ha trabajado en numerosas empresas suizas, es dueño de varias escuelas de tenis cerca de Lausana y está montando su propia firma de consultoría. «En algún momento de mi vida pasé penurias económicas. Pero ahora vivo bien. Estoy divorciado, tengo una hija de seis años y no busco dinero a toda costa», repite una y otra vez. Acaba de terminar de escribir un libro sobre la historia de los Koplowitz que le gustaría publicar en España. «Ninguna editorial está dispuesta a hacerlo, tienen miedo...».
Le gusta hablar de sus dotes de mediador. «Como experto en Recursos Humanos, la practico mucho. Es irónico que ahora no pueda llegar a una mediación con mi propia familia. Hace 53 años se cometió una injusticia. ¿Por qué no arreglarlo ahora? Quiero hacerlo por las buenas, hablando. Estoy dispuesto a retirar mi demanda si acceden a negociar». De lo contrario, le tocará ir por las malas.
Noticias relacionadas