EL PULSO DEL PLANETA
Una caja fuerte XXL
Luxemburgo alberga «Freeport», una enorme estructura con cuatro salas de alta seguridad para proteger las obras de arte y tesoros de las grandes fortunas
Ahora que la Unión Europea está terminando el proceso de acoso y derribo de las zonas de fiscalidad opaca , en el país que ha sido por antonomasia el principal paraíso fiscal en la zona euro, u na empresa ha descubierto una nueva forma de aprovecharse de los últimos resquicios para sacar beneficio de la custodia y el acompañamiento en el mercado del arte. Hacía falta para ello construir la que probablemente sea una de las pocas cajas fuertes de tamaño industrial que existen en el mundo. Se llama «Freeport» , es decir, puerto libre, aunque está todo lo lejos que se puede estar del mar en un pequeño país lleno de bosques y colinas llamado Luxemburgo. Algunas de sus actividades se han visto rodeadas de no pocas polémicas, pero una parte de su interés es precisamente la discreción, es decir, lo que se trata de que no se sepa, y de que probablemente no se sabrá jamás, la mayor parte de lo que hacen sus clientes.
El «Freeport» de Luxemburgo pertenece a la empresa Natural Le Coultre, basada –como ya habrán adivinado– en Suiza y con ramificaciones en Singapur. El propietario, el suizo Yves Bouvier, planea inaugurar este año una sucursal aún mayor que la de Luxemburgo en Pekín , en busca del mercado asiático donde se concentran ahora los nuevos millonarios del planeta. O al menos esos eran sus planes hasta esta misma semana, cuando tuvo que comparecer ante la juez francesa Isabelle Rich-Flament, para intentar aclarar la suerte de un lote de obras de Pablo Picasso que su heredera, Catherine Huntin-Blay , dice que le habían sido robadas. Un comunicado hecho público por los abogados de Bouvier asegura que este se había presentado voluntariamente ante la juez y que ha podido explicar fehacientemente el origen de los dos retratos y 58 dibujos a tinta que el empresario compró en 2010 a un conglomerado perteneciente a la propia Catherine Hutin-Blay, y que vendió después al magnate ruso Dmitry Rybolovlev entre 2010 y 2013.
El «Freeport» de Luxemburgo cuenta con cuatro salas de alta seguridad, dotadas de la más alta certificación en materia de cajas fuertes y en las que caben, según su propia descripción, «obras de arte de cualquier tamaño». Cuenta con un sistema de transporte blindado desde sus instalaciones hasta el aeropuerto, de manera que no haya ni un segundo en el que los objetos de valor (cuadros, esculturas, joyas, oro, etc.) no estén bajo protección. Y una vez en sus instalaciones, pueden ser custodiados allí «por tiempo ilimitado» en condiciones de seguridad extremas. En las instalaciones el personal está controlado con parámetros biomédicos, y en el complejo casi amurallado no puede entrar nadie sin someterse a una inspección rigurosísima .
La idea de tener este mercado del arte protegido a toda prueba es incluso más interesante si se piensa que en Luxemburgo se pueden llevar a cabo estas operaciones sin impuestos. Traer las obras de arte en un escenario de mercado único sin aduanas también es una ventaja que ofrece este pequeño país situado entre Francia, Alemania y Bélgica.